lunes, 31 de marzo de 2008

La mirada del poeta


“El poeta no renuncia, ni apenas busca, porque tiene. Tiene por lo pronto lo que ante sí, ante sus ojos, oídos y tacto, aparece; tiene lo que mira y escucha, lo que toca, pero también lo que aparece en sus sueños, y sus propios fantasmas interiores mezclados en tal forma con los otros, con los que vagan fuera, que juntos forman un mundo abierto donde todo es posible”.
Esta mirada que describe María Zambrano del poeta es una mirada que trasciende el mundo, una mirada no física, sino espiritual, una mirada desde dentro hacia fuera y hacia sí mismo. Los ojos del poeta pueden marchitarse por el hecho de ser ojos, pero no el sentido de la poesía, el sentido con el que el poeta percibe lo que ante sí se muestra o se esconde.
Luis García Montero llega con la “Vista cansada” a sus casi 50 años, pero no renuncia a su deseo de seguir mirando con esa vista del alma, esa que no se deteriora con el paso del tiempo. En su último poemario, presentado recientemente en el Salón de Actos de la Residencia de Estudiantes de Madrid, el poeta granadino realiza un ejercicio de memoria dando luz a sus experiencias vitales. Poetiza, como diría José Manuel Caballero Bonald, para ajustar cuentas con la realidad, porque la poesía, según García Montero, tiene mucho que ver con esa especie de ensoñación en la que uno reconstruye el mundo y lo hace como quiere.
Esto es la mirada del poeta, la que combina los fantasmas interiores con los que están ahí fuera. Luis García Montero quería publicar una especie de memoria lírica, que los poemas recogieran las sensaciones de su vida, los recuerdos, una especie de biografía, pero también un repaso a la realidad española de los últimos cincuenta años. Así “Vista cansada” es también un compromiso con la política, una política que para el poeta “está muy desacreditada y encasillada en la mentira”, por eso había que escribir un poema en su defensa, para “dignificar una de las actividades más nobles del ser humano, ésa que consiste en organizar su convivencia”.
El molde poético, la expresión bella, el delirio del que hablaba Platón sirve para encauzar ideas y razones de orden político o humano en general. La poesía no es ornamento, es “poesía-herramienta”, como decía Octavio Paz, es arma cargada de todos los tiempos, incluido el presente. Pero para que la poesía cumpla con su función social (además de la satisfacción intelectual o espiritual que su ritmo causa en los individuos) ha de ser libre, y así lo afirma Luis García Montero al considerar que “los intelectuales deben ser críticos con la realidad, deben interpretarla y no ser adornos del poder”. Y es que la poesía nació para correr libremente por las calles...



Arma cargada de pasado, presente y futuro

La inspiración del poeta (Nicolas Poussin)

No, la poesía no es sólo arma del porvenir; es arma ahora y lo fue siempre. No es algo que yo diga por decir, sin fundamento alguno; no es algo en lo que crea con irracionalidad absoluta. Me remonto al pasado, a uno de los filósofos más importantes de la historia, a Platón.
A priori puede parecer contradictorio que pretenda fundamentar mi idea de que la poesía es arma de todos los tiempos acudiendo a aquél que expulsó a los poetas de su República ideal. ¿Cómo decir que la poesía es vital o es importante cuando parece que puede prescindirse de ella sin remordimiento alguno?
Platón adoptó una actitud negativa ante el arte en general y la poesía en particular, porque decía que éstas no desvelaban la verdad, sino que la velaban, que no eran camino para alcanzar el último sol de la caverna, porque tan sólo imitaban las formas de nuestro mundo sensible, copia a su vez del mundo verdadero, el de las Ideas.
Para Platón la poesía era irracionalidad, embriaguez, perversión de la razón, locura cargada, eso sí, de dulces melodías capaces de magnetizar a cualquiera, pero sólo por el camino de la Filosofía podría llegarse al conocimiento.

- Dejamos establecido, por lo tanto, que todos los poetas, comenzando por Homero, son imitadores de imágenes de la excelencia y de las otras cosas que crean, sin tener nunca acceso a la verdad (República)

Se ha dicho que en realidad Platón tenía cierto temor a los poetas, porque eran poderosos y podían enaltecer al pueblo con sus palabras. El hecho de que los poetas cantasen libremente y pudiesen criticar las ideas impuestas por el gobierno de sabios era un terrible problema para mantener el orden. Sin embargo, la expulsión declarada en su “República” no le parecerá a Platón prudente en “Leyes”. En este texto el filósofo ve que los poetas, aquellos expertos en manipular las pasiones humanas, no sólo podían ser útiles, sino necesarios para construir su polis ideal. Platón va a establecer una suerte de censura previa al arte, tratará de poner grilletes a la poesía, y aprovecharla como instrumento político. Su propuesta será ahora que el Estado magnetice al poeta, el poeta al rapsoda y éste al público para evitar la desobediencia de las leyes.
Así vemos que la poesía era para Platón una poderosa herramienta política, como también lo ha sido posteriormente para regímenes totalitarios. Las dictaduras, de cualquier signo político, han temido siempre a los intelectuales, entre ellos a los poetas, a quienes han dado muerte o enviado al exilio por la posibilidad de que sus palabras acabasen con lo establecido. José Antonio Primo de Rivera, jefe de la Falange Española, declaró que “a los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!”
Pero quienes han pretendido acomodar ciertas ideas políticas en el discurso poético han fracasado al convertir una expresión que es libre por definición en pura propaganda. La poesía no puede atarse a razones ajenas, pues ella tiene sus propias razones. La poesía, como dice María Zambrano, es el otro camino para llegar a la verdad.
Y no es sólo belleza irracional, fruto de una inspiración divina. Los poemas no nacen del delirio, son delirio en cuanto forma, pero contienen verdades que provienen de la razón.

“El don de los poetas es divino pero en el sentido de un don que la naturaleza les ha dado para que cultiven poesía. La vía del conocimiento de los poetas obedece tanto a la pasión como al talento, es decir que poseen una fuerza racional en lo que dicen, pero en cómo lo dicen, están impulsados por lo ilógico y lo irracional”


(“Lo sublime”, texto atribuido a Pseudo Longino)


viernes, 21 de marzo de 2008

¿Arma cargada de futuro?
















LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Gabriel Celaya

¿Es la poesía un arma cargada de futuro? Lo desconozco. No sé si tal máxima es válida como premonición de un futuro que tampoco conoceré. Sin embargo, no necesito saber algo con certeza inamovible para creer en ello. Confío con fe ciega en esa poesía capaz de seducir, de curar, de salvar; confío plenamente en el poder de la palabra y en su capacidad para agitar el mundo.
Creo en ella y hoy la celebro. Hoy brindo a su salud, brindo para que siga dándome aire, porque hoy es el Día Mundial de la Poesía, declarado por la UNESCO en 1999, y además comienza la primavera…


La cuestión de si es o no la poesía un arma cargada de futuro queda abierta…

lunes, 17 de marzo de 2008

Pidiendo la palabra



“… porque aquel ángel fieramente humano/ no crea mi dolor, y así es mi fruto/ llorar sin premio y suspirar en vano”
(Suspiros tristes, lágrimas cansadas, poema de Luís de Góngora)


El poeta y Dios. El hombre que clama al cielo y reclama ser escuchado por un Dios que se presenta ya como un ente lejano, como un representante del Poder que no responde a los gritos ahogados del poeta, que mira hacia otro lado y se tapa los oídos ante las súplicas de un hombre que sufre una crisis existencial y parece necesitar un aliento de fe o de esperanza, de vida en todo caso. Blas de Otero “pide la paz y la palabra”, pero éstas se le concederán más tarde, en 1955. Antes, y tras una etapa de “poesía arraigada” en la que predominan los poemas de amor y de temática religiosa, el poeta bilbaíno que recibió una educación de los jesuitas, perdió su norte, dejó atrás la influencia que en su poesía había ejercido el místico San Juan de la Cruz y se apartó de la magia de los versos a mediados de los años cuarenta. En los últimos años de esta década reaparece su poesía, pero no es el mismo Blas de Otero, su tono es ya desarraigado:

Un mundo como un árbol desgajado.
Una generación desarraigada.
Unos hombres sin más destino que
apuntalar las ruinas.

Con estos versos del poema “Lo eterno” comienza “Ángel fieramente humano” (1950), un libro cuyo título surge del poema “Suspiros tristes, lágrimas cansadas” de Góngora y que cambia el sentido de la poesía de Blas de Otero. Dios ya no escucha su voz, y sus versos destilan entonces la agonía de un ser humano que se siente solo ante el mundo, que está a un paso de caer en el abismo y la desesperación.

“Asistimos a un intento de desacralización del nombre que es la metáfora del Poder: Dios. (…) es la historia de un hombre en lucha con los poderes que le impiden llevar a cabo su vocación, su vida. Y utiliza el código tradicional en el que se ha formado: el religioso. Dios es el Supremo Poder, por ello funciona como una sinécdoque: está en el lugar de todos los poderes castrantes.”
(Sabina de la Cruz, presidenta de la Fundación Blas de Otero y viuda del poeta)

No sólo el contenido de los poemas cambia, también la forma. Predominan las estructuras clásicas, en particular los sonetos, pero Blas de Otero los rompe con encabalgamientos abruptos, con bruscas rupturas rítmicas, expresando no sólo con las palabras, sino también con la disposición de las mismas, la rebeldía que siente por el silencio divino.

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,


al borde del abismo, estoy clamando


a Dios. Y su silencio, retumbando,


ahoga mi voz en el vacío inerte.



Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte


despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo


oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando


solo. Arañando sombras para verte.



Alzo la mano, y tú me la cercenas.


Abro los ojos: me los sajas vivos.



Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.


Esto es ser hombre: horror a manos llenas.


Ser —y no ser— eternos, fugitivos.


¡Ángel con grandes alas de cadenas!

(poema Hombre, de Ángel fieramente humano)

En su siguiente libro, “Redoble de conciencia” (1951), continúa manifestándose esa crispación, aunque se puede ver ya una salida a ese túnel de la obscuridad existencial. El acercamiento a los demás y los versos como medio para llegar a un mundo mejor son elementos de una poesía que es a partir de 1955, año en el que se publica “Pido la paz y la palabra”, social y crítica. Blas de Otero encuentra así un nuevo camino poético, con un lenguaje más sencillo que se dirige “a la inmensa mayoría” desde su compromiso como hombre y poeta que quiere transformar una realidad, la de la España de los años cincuenta, que se presenta miserable, pero digna de ser alimentada por la esperanza del cambio.



Si he perdido la vida, el tiempo, todo


lo que tiré, como un anillo, al agua,


si he perdido la voz en la maleza,


me queda la palabra.



Si he sufrido la sed, el hambre, todo


lo que era mío y resultó ser nada,


si he segado las sombras en silencio,


me queda la palabra.



Si abrí los labios para ver el rostro


puro y terrible de mi patria,


si abrí los labios hasta desgarrármelos,


me queda la palabra.



(poema En el principio, de Pido la paz y la palabra)



El 15 de marzo es “el día de Blas de Otero”, el día que nació el poeta, hace ya 92 años. Pero aunque pase el tiempo, sus palabras siguen vivas, y a veces reviven en las voces de otros, en recitales, como el del viernes 14 en la biblioteca municipal Bidebarrieta Kulturgunea de Bilbao, titulado “Leyenda a Blas de Otero”, que recuerdan su paso por el mundo. Además de homenajear con ese recital a su poeta, el ayuntamiento de Bilbao ha creado el “Premio Internacional de Poesía Blas de Otero-Villa de Bilbao”, que pretende “fomentar la creación literaria y acercar a los vecinos de Bilbao la figura de uno de sus más destacados autores”. Y es que aunque nos quiten el tiempo, la vida y todo, siempre nos quedará la palabra, la voz y la poesía.


lunes, 10 de marzo de 2008

Poesía vital, vida poética


Resulta casi imposible recoger en una serie de vitrinas la obra de un escritor que ha dedicado cuarenta años de su vida a la literatura. Sin embargo, La Casa de las Conchas de Salamanca se ha lanzado a esa aventura, y el pasado 4 de marzo inauguró una exposición que traza los itinerarios seguidos por Antonio Colinas, tanto en su escritura como en su vida, experiencias que el escritor considera inseparables.
La exposición, titulada “Antonio Colinas: cuarenta años de literatura”, permanecerá abierta hasta el próximo 13 de abril y está dividida en cinco ámbitos: “Los orígenes”, “Los años literarios: Madrid”, “Italia y mundo mediterráneo”, “Los días en la isla: Ibiza” y “El regreso a las raíces”. Es así como se observa la interrelación entre la obra y la biografía, entre la literatura y la vida.
El comisario de la exposición, Luis P. Carnicero, explica en el texto del catálogo de la muestra que existe un lugar común en todo el material impreso que se expone y es “el espíritu de la letra, una letra que contiene el fulgor verbal y psíquico de un poeta y de un creador que ha sabido articular su obra toda desde el eje central de la cultura europea (sin olvidar el diálogo con otras culturas), que, en el terreno literario y poético, recorre un itinerario que parte de los clásicos (Virgilio, Dante, Petrarca...), pasa por los místicos (San Juan de la Cruz, Fray Luis de León...) y por los románticos (Hölderlin, Keats, Leopardi...), para desembocar en las grandes voces contemporáneas que arrancan del simbolismo (Baudelaire, Rimbaud, Rilke, Eliot, Perse, Ungaretti, Quasimodo...)”.
Antonio Colinas, que nació en La Bañeza (León) en 1946, ha volado con su pluma por diversos géneros: ensayo, narrativa, poesía, artículo periodístico... acogiéndose así a un sentido de universalidad en su escritura, una universalidad que viene dada también por su trayectoria viajera. Ha residido en Italia, en Ibiza y desde 1998 en Salamanca, una ciudad que ofrece ahora la posibilidad de acercarse a su obra a través de una exposición que te invita como visitante:
“a que sigas el hilo sutil que arrancando del propio poeta como lector hilvana magisterios y querencias…
a que sientas el vuelo palpitante, iniciático, de los libros, que despegan de las vitrinas o aterrizan en los cubos, con sus gestos y texturas, con su relación estética, extendiéndose desde el sonoro silencio del subsuelo de la ciudad…
a que atrapes la llamada de la memoria del noroeste, increpante, cuajada de símbolos, coronada por la idea de la montaña, que se irisa con el mundo clásico hasta contrastarse con el encuentro con el mar…
a que descubras el misterioso y cambiante itinerario de la palabra a través de la selección de versos que expresan secuencialmente, sintéticamente, etapas diferenciadas de lirismo, hacia el centro, hacia la plenitud y la armonía…
a que escuches los ecos de otras manifestaciones artísticas que se estructuran en el lecho de los poemas y en los cauces que éstos inician…
a que te entregues a la llamada de una luz escondida que va variando de cromaticidad: azulada, verdosa, blanca… hasta llegar a ésta del cielo de Salamanca, órfica, dorada …”

La poesía de la que irradia toda la obra literaria de Antonio Colinas es para él “una vía de conocimiento, un medio para sentir, interpretar y valorar la realidad y la propia experiencia humana”. La poesía, unida estrechamente a la experiencia del yo y de sus viajes exteriores e interiores, es además la protagonista del último libro de Antonio Colinas, titulado “El sentido primero de la palabra poética”. Esta versión ampliada de una edición anterior del Fondo de Cultura Económica rescata poetas y épocas que han influido en su obra, desde Hesíodo hasta la defensora de la razón poética, la filósofa María Zambrano.
Y como la poesía mira, según Antonio Colinas, a un lugar de soledad capaz de salvar al ser humano, salvémonos:

Créeme, no es piedad lo que siento por ti,
ahora que estoy lejos, sino un recuerdo herido.
Por ti y por el camino cegado por el bosque
que no pude seguir aquella noche joven,
perfumada y abierta como el cuerpo de un pino.
No es piedad, sino una sensación de fracaso,
de suave y entrañable dolor que nunca cesa.
Fuiste buena conmigo en mis días de entonces:
me diste cuanto soy, este veneno dulce
que me impulsa a luchar contra el mar, contra el tiempo
y contra el mismo amor de los que bien me quieren.
No es piedad, aún te busco en la noche perfecta,
deseoso, sediento de tus colores ácidos,
de tus estrellas frías, de tus ramas y ríos
helados tras los cielos del más hermoso invierno.
Te lo digo dolido y con los ojos húmedos,
aunque la mente esté segura, serenada:
no te pude tener más cerca, pues mis labios
llegaron a rozar tus nieves, tu horizonte.
No es piedad, créeme; sólo sé que una tarde
avanzada, profunda, descendí de aquel monte
puro y purificado como un fuego de junio.
Creí volver a ti definitivamente
y me encontré el camino cegado por el bosque.

Antonio Colinas


(Poema “Cegado por el bosque” de “Astrolabio”, 1979)