miércoles, 28 de abril de 2010

El lápiz


Madera y grafito se unen en el lápiz para inmolarse a medida que producen palabras, rasgos, números y líneas. El lápiz se gasta como quien lo maneja. Muere al dar vida a sus trazos y al segregarlos se prolonga en ellos (también son efímeros como el viento en la arena o la lluvia en el agua).

Por su lengua habla la naturaleza vencida. Árbol que acaban de talar, las mondaduras huelen a bosque. Para ser lápiz, a fuerza de ser lápiz, se despoja de las materias que sostienen su condición de lápiz. Incluye en latencia todas las posibilidades expresivas de la mente y la mano. Pero, inseguro, lleva su antítesis en el otro extremo: la goma. Lo que escribimos resulta provisional como lo que hace el lápiz. El signo de las cosas es gastarse.

José Emilio Pacheco


Porque se puede amar la vida por ser efímera, por ser volátil, por su carácter mudable, o porque la vida, si se ama, se ha de amar por eso, si no, es imposible amarla...

Todo fluye, el río continúa imparable mudando su agua, y aun así, siempre hay algo que permanece, su cauce, sin él ¿por dónde caminaría el agua?

El poeta no escribe buscando la permanencia, escribe por la necesidad de describir el mundo, lo único que podemos describir, en palabras de este poeta mexicano. Por eso, al poeta no le importaría escribir versos con lápiz y saber que no vivirán para siempre, por eso podría escribir y escribir en la arena de una playa sabiendo que las olas llegarán para borrar un día tras otro sus palabras...