jueves, 30 de julio de 2009

- Aquí estoy, Bastián.
- Hija de la Luna, ¿eres tú?
Ella se rió de una forma curiosamente cantarina.
- ¿Quién iba a ser si no? Acabas de darme ese bonito nombre. Gracias. Bienvenido, salvador, héroe mío.
- ¿Dónde estamos, Hija de la Luna?
- Yo estoy contigo y tú estás conmigo.
Era como una conversación en sueños y, sin embargo, Bastián estaba totalmente seguro de que estaba despierto y no soñaba.
- Hija de la Luna - susurró - ¿es esto el final?
- No - respondió ella -, es el principio.
[...]
- ¿Por qué está todo tan oscuro, Hija de la Luna? - preguntó.
- Los comienzos son siempre oscuros, Bastián.
[...]
- Quisiera verte otra vez, Hija de la Luna. ¿Sabes? Como en el instante aquel en que me miraste.
Otra vez oyó la risa suave y cantarina.
- ¿Por qué te ríes?
- Porque estoy contenta.
- ¿Por qué?
- Acabas de formular tu primer deseo.
- ¿Y lo cumplirás?
- Sí. ¡Extiende tu mano!
Lo hizo y sintió que ella le ponía algo en la palma. Era diminuto pero, extrañamente, pesaba mucho. Daba frío y era duro y muerto al tacto.
- ¿Qué es esto, Hija de la Luna?
- Un grano de arena - respondió ella -. Es todo lo que ha quedado de mi reino sin fronteras. Te lo regalo.
- Gracias - dijo Bastián maravillado. Realmente no sabía qué hacer con el regalo. ¡Si por lo menos hubiera sido algo vivo!
Mientras reflexionaba aún en lo que sin duda esperaba de él la Hija de la Luna, sintió de pronto en la mano un delicado cosquilleo. Miró con más atención.
- ¡Mira, Hija de la Luna! - susurró. ¡Empieza a fosforescer y brillar! Y, mira, brota una llamita. No, ¡es un embrión! Hija de la Luna, ¡no es un grano de arena! ¡Es una semilla luminosa que empieza a crecer!
[...]

martes, 21 de julio de 2009


Un puente no se sostiene de un solo lado...


La verdadera otredad (...) no podía cumplirse desde un solo término, a la mano tendida debía responder otra mano desde el afuera, desde lo otro...

Julio Cortázar



sábado, 11 de julio de 2009

Tulpa


En el espejo siento la nadería de mi ser, me siento tulpa de los sueños de otro, de ti, de quien pende mi identidad, mi ser idéntica a mí, es decir, a ti, porque ser “yo” es ser cada vez más “tú”. Salgo de mí, entro en ti para verme con tus ojos, pues sólo desde el otro lado del espejo puedo reconocerme, encontrarme y poco a poco conocerme. Me conoces y tu mirada desvela los velados misterios que mi ser me oculta. Sólo en ti puedo cumplir la máxima de Delfos.