miércoles, 31 de diciembre de 2008

Juntando palabras de ADARES


Me enamoré sin permiso,
me enamoré de tus palabras,
del vuelo de papel
y de los romances que
por la luna tropezaban.
Me enamoré
como amante que pierde el norte
dejando huellas que no disimulan.
Me enamoré sin permiso,
pero tampoco me hizo falta.
Me enamoré
de tus disparates del lado izquierdo,
de tu voz a días triste,
de tus letras escritas a lápiz,
de la práctica que sin soltar el asa
hacías con tu idioma la palabra.
Te atreviste a ser palabra
y yo, enamorada, sin riesgos para el futuro
la sangre no sentí talada.
Me enamoré sin permiso,
ya lo dije,
fueron más de cinco días sin mí,
esperanzas sacrificadas después del amanecer
en un reñido patíbulo.
Y la curva que no mira,
y el rumbo que desnortado
se sigue acumulando.
Sí, me enamoré,
lo hice sin permiso,
pero ahora escucho
la última palabra de los árboles,
me dicen que el amor no estuvo,
y sin embargo a mí me suenan
estas mariposas de oír.


Porque a mí también me gusta la idea. Porque "me gusta imaginar a un “ADARES” de bronce sentado en el Corrillo eternamente y a los niños preguntando a su padre quién es ese señor de las barbas... Un sencillo homenaje para quien fue un poeta sencillo y un amable ser humano unido al Corrillo por un verso." Santiago Juanes (La Gaceta Regional, 6 de febrero de 2001)




domingo, 21 de diciembre de 2008

¿El amor es ciego?

¿O es que ve lo que otros no ven?



jueves, 20 de noviembre de 2008

viernes, 7 de noviembre de 2008

Pensar sólo en la siguiente barrida



“Ves, Momo -le decía, por ejemplo-, las cosas son así: a veces se tiene ante sí una calle larguísima. Se cree que es tan terriblemente larga, que nunca se podrá acabarla, se cree uno.
Miró un rato en silencio a su alrededor, entonces siguió:
-Y entonces se empieza a dar prisa. Y cada vez se da más prisa.
Cada vez que se levanta la vista, se ve que la calle no se hace más corta. Y se esfuerza más todavía, se empieza a tener miedo, al final se está sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.


Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:

-Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en el siguiente”


Momo, Michael Ende


viernes, 31 de octubre de 2008

Fotografías

Atrapar la imagen que el tiempo deforma, atrapar el instante devorado por Cronos mientras nace, atrapar lo que somos antes de que dejemos de serlo, atrapar los aquíes y los ahoras, atrapar para recordar un gesto que quizá la memoria olvidara, atrapar caras, atrapar hombres, atrapar detalles, atrapar el mundo cambiante. Lucha incesante contra el deterioro, batalla siempre perdida contra la entropía que al final nos degrada, intento de los hombres por permanecer vivos aunque estén muertos, inmortalidad en la fotografía, imagen en la que ya no hay ni espíritu ni carne...

Fotografías: trucos para engañar al tiempo, estrategias del hombre para seguir estando en este mundo en el que sólo estamos de paso...



miércoles, 29 de octubre de 2008

Determinarse y luego arrepentirse;
empezar a atreverse y acobardarse;
arder el pecho y la palabra helarse;
desengañarse y luego persuadirse.

Comenzar una cosa y advertirse;
querer decir su pena y no aclararse;
en medio del aliento desmayarse,
y entre el amor y el miedo consumirse.

En las resoluciones deternerse;
hallada la ocasión no aprovecharse,
y perdido de cólera encenderse.

Y sin saber por qué, desvanecerse;
efectos son de amor; no hay que espantarse,
que todo del amor puede creerse.

Juan de Tassis

jueves, 16 de octubre de 2008

Hablando por los codos

Nunca dejaba olvidadas las manos cuando acudía a alguna cita. Eran su voz y también el sonido de su llanto. Hablaba por los codos, aunque siempre sirviéndose de la locuacidad de sus manos. A veces, sin embargo, la garganta de sus falanges se secaba, le dolían tanto los dedos cuando se exacerbaba que no podía seguir moviéndolos con tal elocuencia y desparpajo. Entonces cuando harto de agitar las manos deseaba expresarse a toda costa, optaba por utilizar la segunda herramienta de su particular voz. Escribía. Escribía para sacarse de dentro las palabras que por la boca no le salían. Escribía con fuerza, con intensidad, exprimiendo con firmeza la tinta del bolígrafo. Su timbre masculino y su tono grave resonaban en la seria disposición en la que las letras iban colocándose. Su mudez no enmudecía al escribir. Poseía una excelente retórica, una gesticulación envidiable y una escritura tan bien argumentada que era capaz de ganar cualquier discusión pública. Por eso todos aplaudían con sus manos la elocuencia de las suyas y el genio que acogía su escritura. Pero sus manos eran también la única voz de sus lamentos. Cuando estaba solo, los dedos le vomitaban su cuajo, porque él quería poder desgañitarse y vociferar, y eso no le salía, no sabía gritar si no era con las letras mayúsculas.

martes, 14 de octubre de 2008

Un agujero es una ausencia...

Una ventana es un agujero, un agujero es una ausencia, una ausencia es un vacío, un vacío es la nada. Y aún así no somos capaces de no nombrar lo que no es. ¿Por qué nombramos las ausencias?, ¿por qué damos nombre a lo que no tiene ser? Quizá porque el gran don del hombre es dar nombres, o tal vez porque lo innombrable es impensable, porque incluso la abstracción necesita una conceptualización.



Y es que hay ausencias que son capaces de llenarnos el vacío. Ausencias que parecen mostrársenos con su nada y su inexistencia. Ausencias incluso que son con todo el ser extrañadas, ausencias que si fuesen, seguramente nos faltaran, ausencias que a veces son puramente necesarias, ausencias en las que pensamos, ausencias que añoramos que no fuesen tales, pero que si fueran, no añoraríamos. Hay ausencias que sí son, que habitan y viven en nosotros, ausencias que arrastramos a veces torpemente, otras con dificultad y algunas con placer posiblemente. Existe toda una gama de ausencias, nadas que aun no siendo pueden subjetivamente ser y son.

jueves, 25 de septiembre de 2008

[Escher]


EL ESPEJO

Me instalo frente a ti, miro tus ojos
y vigilo el espacio donde tu voz me busca.
Me estremece el dolor del encuentro imprevisto,
la sed con que te acercas al borde de mi sombra,
el hueco que descubres en la luz de mi espejo.
La soledad me arropa. Sólo en la noche existo.
Y nunca me detengo sobre el mismo minuto
en el que tú te apoyas para seguir llamándome.
Suéñame de otro modo. Sacude el saco triste
del idioma heredado. Cuéntale a las palabras
las historias oscuras que sólo tú conoces;
diles cómo te asusta mi presencia y mi odio,
cuánta muerte te cuesta acariciar mi huida.
A veces, en el centro mismo de tu pregunta,
me reconozco y corro hacia otra oscuridad:
es amargo encontrar al final de un abrazo
mi propio grito erguido y mi propio deseo.
Por eso me divido, me desdoblo y me hundo
en heridas distintas: me da miedo encontrarte.
Tu sonido es el mío. Tu tristeza, tus ropas
saben a mí, y m escuece el recuerdo adherido
al tiempo conciliado, al tiempo único
en que la conjunción habitó nuestras sangres.


Eloy Sánchez Rosillo

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Cuando un hombre llora

"Llora nomas botija
son macanas
que los hombres no lloran
aqui lloramos todos."

Mario Benedetti


Y en aquella ceremonia ontologizante le absorbió paradójicamente todo su ser. Creía que el amor era un dador de vida, pero ella le había arrebatado su ánima y con ésta su ánimo, su sonrisa, su dulce mirada, sus ganas de vivir, el sentido de su existencia. El amor le había exprimido por dentro y desgastado hasta los huesos. ¿Era amor? Un espejismo, una ceguera, por suerte transitoria. Amor no, obsesión. Y ahora ¿cómo escapar de sus armas blancas de mujer?, ¿cómo hacer desaparecer su persecución?, ¿cómo huir sin renunciar a su mundo, a sus logros?, ¿cómo correr sin jugar al escondite?, ¿cómo esconderse sabiendo que ella iba a encontrarle? Lágrimas, llanto infantil del desahogo. No hay respuesta, sólo esperanza de que ella pueda crecer y, por fin, crezca.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Con quien tanto quería




"A quien tanto quería", no. Decías "con quien tanto quería". Decías "con" porque así el querer tenía una connotación significativa que la primera conjunción no consiguía expresar. "Con", porque quería conjugarse para quererse mutuamente, para hablar con su compañero del alma de muchas cosas y por eso a las aladas almas de las rosas del almendro de nata le requería, pero él ya no venía.
"Con" no era más que una teoría, una ilusión de esas que cuando chocan con la realidad se convierten en una vulgar mentira. Con, contigo que tanto quería, contigo que ya nada quiero.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Barbas de mariposas


Ni un solo momento Federico García Lorca había dejado de ver su barba llena de mariposas. Fértil barba ésa del poeta estadounidense Walt Whitman, quien compuso el canto de sí mismo, como hombre, por todos los hombres, por todo lo bello humano que hay que celebrar y cantar y alabar y por todo aquello que nos provoca deleite y nos eleva a la gloria. Canta desde el yo al yo, canta a lo que lleva dentro. Pero no hay en sus poemas asomo de egolatría, porque ese yo que aparece es simbólico, representa a un “nosotros”, pues todos los “yo” somos iguales. Canta incluso a quien no conoce, a quienquiera que sea ese hombre, esa mujer que camina persiguiendo sueños. A qué cantar sino a los sueños y a la persecución que hemos de hacer de ellos...


A TI

Quienquiera que seas, sospecho con temor que caminas por
los senderos de los sueños,
Temo que estas realidades ilusorias se desvanezcan bajo tus
pies y entre tus manos,
Desde ahora tus facciones, alegrías, lenguaje, casa, negocio,
modales, molestias, locuras, traje, se separan
de ti,
Se me aparecen tu alma y tu cuerpo verdaderos,
Se apartan de negocios, comercio, tiendas, trabajo, granja, casa, compra, venta, comer, beber, sufrimiento, muerte.

Quienquiera que seas, pongo sobre ti mis manos para que seas
mi poema,
Te murmuro al oído:
He amado a muchas mujeres y a muchos hombres, pero a
nadie he amado tanto como a ti.

Oh, he sido tardo y mudo,
Debí haberme abierto camino hacia ti hace mucho tiempo,
No debí haber proclamado a nadie sino a ti, no debí haber
cantado a nadie sino a ti.

Lo abandonaré todo y vendré, y cantaré himnos en tu honor,
Nadie te ha comprendido, pero yo te comprendo,
Nadie te ha justificado, y tú no te has justificado tampoco,
No hay nadie que no te haya encontrado imperfecto, sólo yo
no hallo en ti imperfecciones,

No hay nadie que no haya querido esclavizarte, yo soy el
único que no aceptará tu servidumbre,
Yo soy el único que no te impone señor, ni dueño, ni superior,
ni Dios, fuera de los que hay intrínsicamente en ti mismo.

Los pintores han representado sus grupos abigarrados
alrededor de una figura central,
De la cabeza de la figura central se extiende un nimbo de luz
áurea,
Pero yo pinto miríadas de cabezas, y a ninguna le falta su
nimbo de luz áurea,
Que de mis manos, y del cerebro de todo hombre y mujer,
fluye y resplandece eternamente.

¡Oh, yo podría cantar de ti grandezas y glorias!
No te has conocido a ti mismo, tu vida entera sólo ha sido un
sueño interior,
Tus párpados han estado cerrados casi siempre,
Tus actos vuelven a ti para escarnecerte
(Si tu trabajo, tu saber, tus plegarias no vuelven a ti para
escarnecerte, ¿para qué vuelven?),
El escarnio no te pertenece,
Debajo de él y dentro de él te veo en acecho,
Te he seguido hasta donde nadie te ha seguido,
Si el silencio, la mesa de trabajo, la expresión petulante, la
noche, la rutina diaria te ocultan de los demás o de ti
mismo, no te ocultan de mí,
Si el rostro rasurado, el ojo inquieto, la tez impura engañan
a los demás, a mí no me engañan,
Yo aparto el vestido llamativo, la actividad vergonzosa, la
embriaguez, la codicia, la muerte prematura.

No hay don de hombre o de mujer que no se adapte
a ti,
No hay virtud ni belleza en el hombre o en la mujer que no
estén también en ti,
Y ningún placer les espera que no te espere también a ti.

En cuanto a mí, yo no doy nada a nadie sin darte a ti otra
cosa igual,
Yo no canto la gloria de nadie, ni la de Dios, antes de cantar
tu gloria.

¡Quienquiera que seas, reclama lo tuyo a cualquier precio!
Las pompas de Oriente y Occidente son insignificantes
comparadas contigo,
Estas praderas inmensas, estos ríos interminables: tú eres
inmenso e interminable como ellos,
Estos furores, elementos, borrascas, movimientos de la
Naturaleza, agonías de aparente aniquilamiento: eres tú,
hombre o mujer, su soberano o soberana,
Soberano o soberana, por tu propio derecho, eres dueño o
dueña de la Naturaleza, elementos, dolor, pasiones,
aniquilamiento.

Las trabas caen de tus tobillos, encuentras en ti recursos
inagotables,
Viejo o joven, hombre o mujer, grosero, bajo, rechazado por
todos, lo que tú seas te proclama,
A través del nacimiento, vida, muerte, entierro, los medios
abundantes, nada te será escatimado,
A través de cóleras, pérdidas, ambiciones, ignorancia, hastío,
lo que tú eres se abrirá paso.


Walt Whitman

jueves, 21 de agosto de 2008

Incertidumbres y esperanzas


“He quedado pensando que todo lo hacemos para tratar de conocer lo que ninguno llega a conocer, lo más interior a cada uno, eso que algunos llamamos alma. Puesto que lo peculiar del ser humano no es el espíritu puro sino esa desgarrada región intermedia llamada alma, región en que acontece lo más grave de la existencia y lo que más importa: el amor y el odio, el mito y la ficción, el sueño, la esperanza y la muerte; nada de lo cual es espíritu puro sino una vehemente mezcla de ideas y de sangre. Ansiosamente dual, el alma padece entre la carne y el espíritu. El arte – es decir, la poesía – surge de ese confuso territorio y a causa de su misma confusión. Todo nos es finalmente misterio.”
(...)
“Aquí todo terminará en oscuridad, nada llegará a saberse, sólo momentos, vislumbres aislados, tanteos. Pero “mientras tanto” se puede amar la vida, la vida y su incertidumbre: el misterio la preserva”.

España en los diarios de mi vejez, Ernesto Sábato



Es como hacerse preguntas y encontrar siempre las respuestas que ahoguen su afán interrogatorio. Es como si el mundo careciese ya de cualquier capacidad suya para sorprendernos, como si todo nos fuese conocido, como si el inagotable camino del aprendizaje vital se hubiese acabado, como si el manantial del conocimiento se hubiese secado definitivamente. ¿Qué quedaría entonces?, ¿qué quedaría a los hombres si el mundo no fuese ya un misterio? Nada, porque la humanidad necesita no saber todo, tener incertidumbres por las que preguntarse, buscar certezas y no encontrarlas para continuar con su búsqueda. Si el mundo careciese de confusiones, los hombres carecerían de esperanza.

martes, 19 de agosto de 2008

Gente necesaria

Hay gente que con sólo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales:
que con sólo sonreír entre los ojos
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente que con sólo dar la mano
rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca guirnaldas;
que con sólo empuñar una guitarra
hace una sinfonía de entre casa.

Hay gente que con sólo abrir la boca
llega hasta los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después como si nada
y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria
pues sabe que a la vuelta de la esquina
hay gente que es así, tan necesaria.

Hamlet Quintana Lima


Gestos de duración efímera, pequeños detalles que consiguen descolocarnos, que nos rozan el alma, que nos agarran el corazón, que se nos meten dentro y ahí se quedan de por vida. Se quedan al abrigo del recuerdo, ése que a veces, o quizá muchas veces, los despierta con su memoria, y entonces renace y resucita la sonrisa que una vez provocaron en nosotros. Palabras, guiños, muecas, objetos que se usan cotidianamente o que tal vez sean del todo inservibles, no importa el qué en esta cuestión, no importa que nos regalen una mirada o una sonrisa, lo que importa es que esa gente que tanto nos importa y que es tan necesaria para cada uno de nosotros muestre su afecto, exprese de alguna manera su “estoy aquí”.

martes, 12 de agosto de 2008

De clavos

A mí siempre me ha sorprendido el asunto ese de los cuadros. Están colgados durante años, después, sin que pase nada, pero nada de nada, zas, al suelo, se caen. Están ahí, colgados del clavo, nadie les dice nada, pero ellos, en cierto momento, zas, se caen al suelo, como piedras. En el silencio más absoluto, con todo inmóvil a su alrededor, ni tan siquiera una mosca que se mueva, y ellos, zas. No hay una causa. ¿Por qué precisamente en ese instante? No se sabe. Zas. ¿Qué es lo que le ocurre a un clavo para que decida que ya no puede más? ¿Tiene él también un alma, el pobrecillo? ¿Toma decisiones? Habló largamente sobre el tema con el cuadro, estaban indecisos sobre cómo actuar, hablaban de ello todas las noches, desde hacía años, después decidieron una fecha, una hora, un minuto, un instante, ya está, zas. O los dos lo sabían ya desde un buen principio, ya estaba todo preparado, mira, yo me largo dentro de siete años, por mí está bien, de acuerdo, pues entonces quedamos para el trece de mayo, vale, hacia las seis, pongamos las seis menos cuarto, de acuerdo, pues buenas noches, hasta entonces. Siete años después, un trece de mayo, a las seis menos cuarto: zas. No hay quien lo entienda. Es una de esas cosas que es mejor no pensarlas, porque si no puedes acabar volviéndote loco. Cuando se cae un cuadro. Cuando despiertas una mañana y ya no la amas. Cuando abres el periódico y lees que ha estallado la guerra. Cuando ves un tren y piensas tengo que largarme de aquí. Cuando te miras en el espejo y te das cuenta de que eres viejo. Cuando, en mitad del océano, Novecento levantó la mirada de su plato y me dijo: “En Nueva York, dentro de tres días, bajaré de este barco”. Me quedé de piedra. Zas. (...)
“Tengo que ver algo allí abajo”, me dijo
“¿Qué?” No quería decir qué, y resulta comprensible porque, cuando al final lo dijo, lo que dijo fue:
“El mar”
“¿El mar?”
“El mar”
“Hace treinta y dos años que estás viendo el mar, Novecento”
“Desde aquí. Yo quiero verlo desde allí. No es lo mismo”

Novecento (Alessandro Baricco)


lunes, 28 de julio de 2008

Pureza en el mar que acaricia a los muertos



“No existe el verdadero sentido de texto. Ni autoridad del autor. No es en mí donde se efectúa la verdadera unidad de mi obra. Yo he escrito una partitura, pero no puedo escucharla sino ejecutada por el alma y el espíritu de los demás”.

Paul Valery


Pensar acerca de la inspiración del poeta y teorizar sobre ella es algo que la historia dejó para rezagados tiempos. Después de muchos siglos de poetizar, el poeta fue adquiriendo conciencia de su poesía, y pensando que él mismo habría de ser más que un simple médium del que las musas osaban servirse. Platón se equivocaba, embriaguez y arrobamiento sin esfuerzo no daban fruto alguno. Los poetas románticos, como Victor Hugo o Novalis, pensaron desde su inspiración, Baudelaire dio un paso más allá al considerar que “la inspiración es trabajar todos los días” y es en la obra de Paul Valery donde pensamiento y poesía se abrazan y hasta se identifican. Sacar ese sueño poético de uno mismo no es fácil, requiere esfuerzo. Por eso, según la concepción que Valery tiene de la poesía, el poeta ha de ser crítico, responsable y consciente de su creación. Ha de buscar y encontrar la llamada “poesía pura”, definida por Jorge Guillén como “aquello que queda en el poema después de suprimir todo lo que no es poesía”. La poesía pura, tan defendida por el autor de “El cementerio marino”, establece una identificación entre el acto de hacer poesía y la realización del hombre. Valery entiende que a través de la poesía es posible lograr el conocimiento, esencia del pensar, luego también del existir.


EL CEMENTERIO MARINO

¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,
pero agota toda la extensión de lo posible.
Pindaro, Píticas III.

Calmo techo surcado de palomas,
palpita entre los pinos y las tumbas;
mediodía puntual arma sus fuegos
¡El mar, el mar siempre recomenzado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los dioses!

¡Qué obra pura consume de relámpagos
vario diamante de invisible espuma,
y cuánta paz parece concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol reposa,
trabajos puros de una eterna causa,
el Tiempo riela y es Sueño la ciencia.

Tesoro estable, templo de Minerva,
quietud masiva y visible reserva;
agua parpadeante, Ojo que en ti guardas
tanto sueño bajo un velo de llamas,
¡silencio mío!... ¡Edificio en el alma,
mas lleno de mil tejas de oro. Techo!

Templo del Tiempo, que un suspiro cifra,
subo a ese punto puro y me acostumbro
de mi mirar marino todo envuelto;
tal a los dioses mi suprema ofrenda,
el destellar sereno va sembrando
soberano desdén sobre la altura.

Como en deleite el fruto se deslíe,
como en delicia truécase su ausencia
en una boca en que su forma muere,
mi futura humareda aquí yo sorbo,
y al alma consumida el cielo canta
la mudanza en rumor de las orillas.

¡Bello cielo real, mírame que cambio!
Después de tanto orgullo, y de tanto
extraño ocio, mas pleno de poderes,
a ese brillante espacio me abandono,
sobre casas de muertos va mi sombra
que a su frágil moverse me acostumbra.
A teas del solsticio expuesta el alma,
sosteniéndote estoy, ¡oh admirable
justicia de la luz de crudas armas!
Pura te tomo a tu lugar primero:
¡mírate!... Devolver la luz supone
taciturna mitad sumida en sombra.

Para mí solo, a mí solo, en mí mismo,
un corazón, en fuentes del poema,
entre el vacío y el suceso puro,
de mi íntima grandeza el eco aguardo,
cisterna amarga, oscura y resonante,
¡hueco en el alma, son siempre futuro!

Sabes, falso cautivo de follajes,
golfo devorador de enjutas rejas,
en mis cerrados ojos, deslumbrantes
secretos, ¿qué cuerpo hálame a su término
y qué frente lo gana a esta tierra ósea?
Una chispa allí pienso en mis ausentes.

Sacro, pleno de un fuego sin materia;
ofrecido a la luz terrestre trozo,
me place este lugar alto de teas,
hecho de oro, piedra, árboles oscuros,
mármol temblando sobre tantas sombras;
¡allí la mar leal duerme en mis tumbas!

¡Al idólatra aparta, perra espléndida!
Cuando con sonrisa de pastor, solo,
apaciento carneros misteriosos,
rebaño blanco de mis quietas tumbas,
¡las discretas palomas de allí aléjalas,
los vanos sueños y ángeles curiosos!

Llegado aquí pereza es el futuro,
rasca la sequedad nítido insecto;
todo ardido, deshecho, recibido
en quién sabe qué esencia rigurosa...
La vida es vasta estando ebrio de ausencia,
y dulce el amargor, claro el espíritu.

Los muertos se hallan bien en esta tierra
cuyo misterio seca y los abriga.
Encima el Mediodía reposando
se piensa y a sí mismo se concilia...
Testa cabal, diadema irreprochable,
yo soy en tu interior secreto cambio.

¡A tus temores, sólo yo domino!
Mis arrepentimientos y mis dudas,
son el efecto de tu gran diamante...
Pero en su noche grávida de mármoles,
en la raíz del árbol, vago pueblo
ha asumido tu causa lentamente.

En una densa ausencia se han disuelto,
roja arcilla absorbió la blanca especie,
¡la gracia de vivir pasó a las flores!
¿Dónde del muerto frases familiares,
el arte personal, el alma propia?
En la fuente del llanto larvas hilan.

Agudo gritos de exaltadas jóvenes,
ojos, dientes, humedecidos párpados,
el hechicero seno que se arriesga,
la sangre viva en labios que se rinden,
los dedos que defienden dones últimos,
¡va todo bajo tierra y entra al juego!

Y tú, gran alma, ¿un sueño acaso esperas
libre ya de colores del engaño
que al ojo camal fingen onda y oro?
¿Cuando seas vapor tendrás el canto?
¡Ve! ¡Todo huye! Mi presencia es porosa,
¡la sagrada impaciencia también muere!

¡Magra inmortalidad negra y dorada,
consoladora de horroroso lauro
que maternal seno haces de la muerte,
el bello engaño y la piadosa argucia!
¡Quién no conoce, quién no los rechaza,
al hueco cráneo y a la risa eterna!

deshabitadas testas, hondos padres,
que bajo el peso de tantas paladas,
sois la tierra y mezcláis nuestras pisadas,
el roedor gusano irrebatible
para vosotros no es que bajo tablas
dormís, ¡de vida vive y no me deja!

¿Amor quizás u odio de mí mismo?
¡Tan cerca tengo su secreto diente
que cualquier nombre puede convenirle!
¡Qué importa! ¡Mira, quiere, piensa, toca!
¡Agrádale mi carne, aun en mi lecho,
de este viviente vivo de ser suyo!

¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea!
¡Me has traspasado con tu flecha alada
que vibra, vuela y no obstante no vuela!
¡Su son me engendra y mátame la flecha!
¡Ah! el sol... ¡Y qué sombra de tortuga
para el alma, veloz y quieto Aquiles!

¡No! ¡No!... ¡De pie! ¡En la era sucesiva!
¡Cuerpo mío, esta forma absorta quiebra!
¡Pecho mío, el naciente viento bebe!
Una frescura que la mar exhala,
ríndeme el alma... ¡Oh vigor salado!
¡Ganemos la onda en rebotar viviente!

¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios,
piel de pantera, clámide horadada
por los mil y mil ídolos solares,
hidra absoluta, ebria de carne azul,
que te muerdes la cola destellante
en un tumulto símil al silencio.

¡Se alza el viento!... ¡Tratemos de vivir!
¡,Cierra y abre mi libro el aire inmenso,
brota audaz la ola en polvo de las rocas!
¡Volad páginas todas deslumbradas!
¡Olas, romped con vuestra agua gozosa
calmo techo que foques merodean!

Paul Valery (Traducción de Javier Sologuren)

domingo, 27 de julio de 2008

Palabras al otro lado de la muerte

Muerte. A vueltas con los panteones. Tumbas que a veces dicen más de lo que obligados callan los muertos que acogen. Tumbas de poetas, tumbas de pensadores. ¿Cómo no sentir que bajo la tierra se ocultan cadáveres de hombres cuyas voces aún viven, aún se oyen? Escritores que arrancan al tiempo su tiempo, que no temen a esa dama fúnebre que baila con mortales, pues la esquivan y la evaden con versos, prolongaciones del yo que evita de la muerte cualquier beso.

“¿Quién yace en la tumba de un poeta?”, se pregunta el holandés Cees Noteboom en un libro que invita a reflexionar sobre la vida mientras se camina por los senderos de la muerte. “El poeta no”, se responde, “porque está muerto y el que está muerto ya no es nadie y, por tanto, tampoco está su tumba”. Borges, Balzac, Joyce o Cortázar, entre otros muchos, no están en sus nichos de descanso eterno, no viven en sus tumbas, mausoleos que Simone Sassen ha fotografiado y que se muestran en el libro “Tumbas de poetas y pensadores”.
Cees Noteboom escribe: “todo es irracional. Llevamos flores a nadie, arrancamos los hierbajos para nadie y aquel por quien vamos no sabe que estamos allí. Sin embargo, lo hacemos. En algún rincón secreto de nuestro corazón albergamos la idea de que esa persona nos ve y se da cuenta de que seguimos pensando en ella. Pues eso es lo que queremos; queremos que los muertos reparen en nosotros, queremos que sepan que seguimos leyéndoles, porque ellos siguen hablándonos. Cuando nos hallamos al lado de sus tumbas, sus palabras nos envuelven. La persona ya no existe, pero las palabras y los pensamientos permanecen”.












jueves, 24 de julio de 2008

"Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón
."


Jaime Sabines


Sé que iré al panteón y mi carne será alimento para los gusanos, sé que seré sólo huesos o quizá ceniza dada al viento, aire en movimiento que me dejará en cualquier parte. Sé que ser mortal implica necesariamente una existencia efímera, y que por ello la vida hay que vivirla. Estuve meses jugando a la rayuela, saltando sola de casilla en casilla, creyendo que una mano amiga me ayudaba a pasar los horizontes de tiza. Pero ahora sé que me equivocaba, que esa mano se olvidó hace tiempo de que existo. Por ella estuve en el manicomio, me creí cuerda como cualquier loco. Huí, eché a correr lejos de ese hospital del desequilibrio emocional, reuní todo el amor del tiempo, todas las palabras posibles para decir “te quiero”.
No fue una semana, he de confesarlo. Meses, ya he dicho que fueron meses de pensarte dentro de esa tumba de la ló(gi)ca. Y no fumo, pero te fumé. Te bebí, claro que te bebí. ¿Te respiré? Sí, te respiré en soledad y en silencio, desobedeciendo la receta médica que prescribía abstinencia y tiempo sin ti.
Ahora vivo, y sé que iré al panteón, pero no será en este momento en el que ya me he curado de ti. He salido del manicomio para sentir que estoy entrando en el cielo, última casilla de la rayuela, la primera para empezar a jugar a otro juego.

lunes, 21 de julio de 2008

Poesía hablada

La lectura es un acto individual, una actividad en la que el lector se entrega, con alma y cabeza, a la historia que lee, historia por la que se deja atrapar y en la que deposita de alguna manera parte de su ser. Sin embargo, la lectura “colectiva” o mejor aún la lectura compartida es no sólo posible, sino que además puede resultar fructífera. La poesía requiere entrar al fondo de su esqueleto metafórico para desentrañarlo y conseguir un mejor entendimiento de aquello que quien lo escribió quiso transmitir. Pero la metáfora es una figura con significados que bailan de acuerdo al sentido que el receptor quiera darle y por eso escuchar poesía es dejarse llevar por lo que la voz del momento nos sugiera, sin entrar en un estudio profundo, pero dejando aflorar los sentimientos más hondos. ¿Y no es esto poesía en estado puro?
Los recitales son una buena forma de llevar al público la poesía que éste no lee, bien por considerarla oscura, difícil, insondable o sombría o bien porque resulta simplemente demasiado aburrida. Si quien recita domina el arte de la elocuencia y es capaz de transmitir lo que desea a los otros, estos que escuchan sentirán que la poesía penetra en ellos y que sus versos se quedan titilando dentro, allí donde deben hacerlo. Pero si la voz se muestra inútilmente abatida, o suena pretenciosa y erudita únicamente por gritarse en palabras ampulosas y de pronunciación difícil, conseguirá que el ánimo del público decaiga irremediablemente y que dé aplausos mecánicos, pero no sinceros.
No hay que olvidar que el origen de la poesía se encuentra en el terreno de la comunicación oral, por eso recuperar su sentido primigenio resulta positivo si se pretende dar más visibilidad a un terreno literario árido o cuanto menos desconocido. Pero el arte de hablar en público y acercarse a éste a través de la palabra no es tarea sencilla, y cada vez son menos los que logran atrapar al lector convertido en oyente.
Pocos se salvan, pero haberlos hailos. Por eso sigo llevando en las entrañas una metáfora clavada: aquel “vaho de los bueyes” que se repetía en algunos poemas de Fernando Gómez Aguilera, y parecía revelarse como algo enteramente suyo. Y es que los poetas se vierten en sus versos, son estos su reflejo, aunque a veces los lectores no sepamos verlo.




Aprendí a esperar la luz
y venía a nuestra guarida.

Sillar que aguardas di,
di la nieve y el frío.

: “nos fue fiel el invierno
entre balcón y tejas”
.........................................

Caigo en la piedra púrpura,
la roca, la palabra.

Arde dentro del desierto,
¿nuestra tumba de seda?

Sólo hay agua en la sed.
Sólo sed en la piedra
........................................

Todo lo que he sido
está fuera de mí.

Duermen mis figuras
en las arterias
de las plantas umbrías.

Pulverizado, victorioso
en el vacío.
Sólo creo
en la ternura y en los bosques.

Ser tan poco y apenas.
¿Podré regresar a lo que amo?

Vaho de bueyes en mi iris.

.......................................

Estoy de paso por el centro
de la luz celebrada.

Veo el insecto azul,
su fe y su célibe silencio.

Es mi esquina más pura.
Allí pastan mis animales.

Huele a ramas tronchadas.
Y llega el olor a fermentos.

Así es la luz: incierta.
Y apenas entra en la palabra.

Nunca entra en nada
que no sea su misma luz.

Y luego allí, en su fuego,
ardiendo hasta cegarnos.

Miro los ciruelos, tu mano,
el muslo de tus sueños.

Memoria del humo. Una brizna
de fulgor y condena.

Luz incierta (Fernando Gómez Aguilera)

viernes, 11 de julio de 2008

¿Vos creés en el destino?

















Cuadro blanco sobre fondo blanco (Malevich, Kasimir)

No había, en su mente, ni miedo ni inquietud. Un lago tranquilo le había estallado, de repente, en el alma. Tenía el mismo sonido que una voz que conocía.
Se volvió y lentamente regresó sobre sus pasos. Ya no había viento, ya no había noche, ya no había mar para ella. Andaba, y sabía hacia dónde andaba. Eso era todo. Sensación maravillosa. De cuando el destino finalmente se descubre, y se convierte en un sendero inteligible, y huella inequívoca, y dirección exacta. El tiempo interminable de la aproximación. Aquel acercamiento. Ojalá no acabara nunca. El gesto de entregarse al destino. Ésa sí que es una emoción. Sin más dilemas, sin más mentiras. Saber dónde. Y alcanzarlo. Allá donde esté el destino.
(...)
No cesarían nunca. Cada uno a su manera, pero todos continuarían contando lo de aquellos dos y lo de aquella noche entera transcurrida restituyéndose la vida, el uno a la otra, con los labios y con las manos, una muchachita que no ha visto nunca nada y un hombre que ha visto demasiado, el uno dentro de la otra –cada palmo de la piel es un viaje, de descubrimiento, de retorno –en la boca de Adams sintiendo el sabor del mundo, en el pecho de Elisewin olvidándolo –en el regazo de aquella noche tumultuosa, negra tempestad, ascuas de espuma en la oscuridad, olas como montañas desmoronadas, ruido, ráfagas sonoras, furiosas, de sonido y de velocidad, lanzadas a ras de agua, en los nervios del mundo, mar océano, coloso rezumante, tumultuoso –suspiros, suspiros en la garganta de Elisewin –terciopelo que vuela –suspiros a cada nuevo paso en ese mundo que corona montes nunca vistos y lagos de formas impensables –sobre el vientre de Adams el peso blanco de esa muchachita que se balancea con músicas mudas –quién hubiera dicho que al besar los ojos de un hombre se pudiera ver tan lejos –al acariciar las piernas de una muchachita se pudiera correr tan rápido y huir –huir de todo – ver lejos –venían de los dos extremos más alejados de la vida, eso es lo sorprendente, pensar que nunca se habrían rozado salvo atravesando de punta a punta el universo, y en cambio ni siquiera habían tenido que buscarse, eso es lo increíble, y lo único difícil había sido reconocerse, reconocerse, cosa de un instante, la primera mirada y ya lo sabían, eso es lo maravilloso –eso seguirían contándolo siempre en las tierras de Carewall, para que nadie pueda olvidar que nunca se está lo bastante lejos para encontrarse...
Océano mar (Alessandro Baricco)

jueves, 10 de julio de 2008

¿Vender la pluma?


¿Y qué tengo que hacer?
¿Buscarme un valedor poderoso, un buen amo,
y al igual que la hiedra, que se enrosca en un ramo
buscando en casa ajena protección y refuerzo,
trepar con artimañas, en vez de con esfuerzo?
No, gracias. ¿Ser esclavo, como tantos lo son,
de algún hombre importante? ¿Servirle de bufón
con la vil pretensión de que algún verso mío
dibuje una sonrisa en su rostro sombrío?
No, gracias. ¿O tragarme cada mañana un sapo,
llevar el pecho hundido, la ropa hecha un harapo
de tanto arrodillarme con aire servicial?
¿Sobrevivir a expensas de mi espina dorsal?
No, gracias. ¿Ser como ésos que veis a Dios rogando
-oh, hipócritas malditos- y con el mazo dando?
¿Y que, con la esperanza de alguna sinecura,
atufan con incienso a quien se las procura?
No, gracias. ¿Arrastrarme de salón en salón
hasta verme perdido en mi propia ambición?
¿O navegar con remos hechos de madrigales
y, por el viento, el suspiro de doncellas banales?
No, gracias. ¿Publicar poniendo yo el dinero
de mi propio bolsillo? Muchas gracias, no quiero.
¿Hacerme nombrar papa en esas chirigotas
que en los cafés celebran, reunidos, los idiotas?
No, gracias. ¿Desvivirme para forjarme un nombre
que tenga de endiosado lo que no tiene de hombre?
No, gracias. ¿Afiliarme al club de marionetas?
¿Querer a toda costa salir en las gacetas?
¿Y decirme a mí mismo: no hay nada que me importe
con tal de que mi ingenio se cotice en la Corte?
No, gracias. ¿Ser miedoso? ¿Calculador? ¿Cobarde?
¿Tener con mil visitas ocupada la tarde?
¿Utilizar mi pluma para escribir falacias?
No, gracias, compañero. La respuesta es: no, gracias.
Cantar, soñar en cambio. Estar solo, ser libre.
Que mis ojos destellen y mi garganta vibre.
Ponerme, si me place, el sombrero al revés,
batirme por capricho o hacer un entremés.
Trabajar sin afán de gloria o de fortuna.
Imaginar que marcho a conquistar la Luna.
No escribir nunca nada que no rime conmigo
y decirme, modesto: ah, mi pequeño amigo,
que te basten las flores, las frutas y las hojas,
siempre que en tu jardín sea donde las recojas.
Y si por suerte un día logras la gloria así,
no habrás de darle al César lo que él no te dio a ti.
Que a tu mérito debas tu ventura, no a medra,
y, en resumen, que haciendo lo que no hace la hiedra,
aun cuando te faltare la robustez del roble,
lo que pierdas de grande, no te falte de noble.


Cyrano de Bergerac

martes, 8 de julio de 2008

Amor de carta

“¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas pueden comunicarse mediante cartas? Uno puede pensar en una persona distante y puede tocar a una persona cercana; todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que las esperan con avidez. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican en forma desmesurada. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo. Y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas y lograr una comunicación natural, para recuperar la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano. Pero ya es tarde: son evidentemente inventos hechos en el momento del desastre. El bando opuesto es tanto más calmo y poderoso; después del correo inventó el telégrafo, el teléfono, la radio. Los fantasmas no se morirán de hambre, y nosotros, en cambio, pereceremos.”
Franz Kafka a Milena Jesenská

Los amantes de Magritte (1928)

Quizá los besos por escrito sí puedan llegar a su destino. Será difícil escribir un beso, describir su sabor, conseguir que los labios del emisor lleguen a tocar los labios de la receptora o viceversa. Pero hay quienes lograron amarse por correspondencia. Pedro Salinas, poeta español de la generación del 27, escribía cartas para amar a distancia. Amar era escribir, y esa forma de amar era lo que le daba la vida. Sólo la correspondencia con su amante Katherine Whitmore le salvaba del mundo tangente, sólo Katherine parecía renovarle y darle la fuerza para creer que podía ser el Pedro que él mismo quería ser, no el Pedro público, el Don Pedro atado a un mundo que sólo era “alrededores”. Así escribía el poeta el 30 de marzo de 1933 desde Santander a su amante:

“Cuando tú escribes Pedro, en ese Pedro escrito por tu mano, visto por ti, creado por ti, yo vivo en mi máxima vida, me purifico, me mejoro, me elevo. Vivo más, y más alto. Me quito años, preocupación, angustias. Pierdo peso, asciendo por gracia de tu mano al escribir: Pedro. En cambio, cuando dentro de una hora alguien me diga: Salinas, o Don Pedro, en ese apelativo volveré a sentirme dolorosamente yo, el de siempre, el que no es más de lo que es. (…) Necesito creer que la imagen cierta es la que tú creas, y que yo soy tu Pedro Salinas.”

Crearon un mundo paralelo, un mundo que era sólo suyo, de los dos, de nadie más. Y como los amantes, separados por un “mar que separaba lo que unía”, carecían de la posibilidad de un contacto frecuente, éste fue sustituido por la relación epistolar, que ayudó a superar o a crear un «lecho de distancias».
Pedro Salinas con su amor y su nostalgia inventó verdaderamente el infinito, consiguió amar por carta a su Katherine; sólo así fue capaz de hacerlo, pues la realidad que vivía frenaba ese amor incondicional del alma, ese amor metafísico. Era un amor que, según Katherine, no tenía lugar propio.
Pero sí lo tuvo, aunque no en la realidad palpable, en la vida tangente, sino en ese mundo que Salinas había inventado “para los dos”, para dar fuerza vital a ese amor que culminaría en la poesía, en esa trilogía que constituyen “La voz a ti debida”, “Razón de amor” y “Largo lamento”.

“En ese terreno es donde nuestras dos almas pueden darse cita siempre sin miedo a nada. Nuestra poesía es como nuestro hogar inconquistable por nadie, nuestro paraíso privado, el espacio que hemos logrado crear para nosotros, para siempre”.

Pedro Salinas



Lo que eres
me distrae de lo que dices.
Lanzas palabras veloces,
empavesadas de risas,
invitándome
a ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando
los labios donde nacieron.
Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí,
no sé en qué, y se te dispara
a buscarlo ya tu alma
afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
yo te estoy viendo mirar.
Y cuando deseas algo
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás
por una querencia nueva.
No. Te espero más allá
de los fines y los términos.
En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.

La voz a ti debida

miércoles, 2 de julio de 2008

La absurda matemática de la poesía

"Aprenderán a pensar otra vez por sí mismos, aprenderán a saborear las palabras y el lenguaje. A pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo".

lunes, 30 de junio de 2008

Como cicádidos

FED. — ¿Y cuál es ese don que han recibido? Porque me parece que no he oído mencionarlo nunca.
SÓC. — Pues en verdad que no es propio de un varón amigo de las musas, el no haber oído hablar de ello. Se cuenta que, en otros tiempos, las cigarras eran hombres de ésos que existieron antes de las Musas, pero que, al nacer éstas y aparecer el canto, algunos de ellos quedaron embelesados de gozo hasta tal punto que se pusieron a cantar sin acordarse de comer ni beber, y en ese olvido se murieron. De ellos se originó, después, la raza de las cigarras, que recibieron de las Musas ese don de no necesitar alimento alguno desde que nacen y, sin comer ni beber, no dejan de cantar hasta que mueren, y, después de esto, el de ir a las Musas a anunciarles quién de los de aquí abajo honra a cada una de ellas. En efecto, a Terpsícore le cuentan quiénes de ellos la honran en las danzas, y hacen así que los mire con más buenos ojos; a Érato le dicen quiénes la honran en el amor, y de semejante manera a todas las otras, según la especie de honor propio de cada una. Pero es a la mayor, Calíope, y a la que va detrás de ella, Urania, a quienes anuncian los que pasan la vida en la filosofía y honran su música. Precisamente éstas, por ser de entre las Musas las que tienen que ver con el cielo y con los discursos divinos y humanos, son también las que dejan oír la voz más bella. De mucho hay, pues, que hablar, en lugar de sestear, al mediodía.
(Fedro de Platón)






Cuestiones "numenísticas"

(Ap0lo y las nueve musas)


Calíope, Clío, Érato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania. Nueva musas, nueve melindrosas féminas inmortales nacidas del dios de dioses, del Zeus del Olimpo, y de Mnemosina, la memoria, hija del Cielo y de la Tierra, según manifiesta el poeta Hesíodo en su Teogonía. Nueve noches consecutivas fueron un mismo ente Zeus y Mnemosina, nueve noches y de cada noche, una musa, una inspiradora divina.
Mensajeras de la inspiración en sus más diversos campos, poesía épica, lírica coral, danza, comedia o tragedia. Son las portadoras del numen que regalan a los hombres, voces dulces, cantos de sirena, susurros que se cuelan en el laberíntico oído del poeta. Agitan las ideas de su cabeza y van componiendo melodías que quizá se conviertan en poemas.
¿Musas?, ¿es el numen canto exclusivo de estas diosas?, ¿sólo ellas, caprichosas embelesadoras, poseen la gracia de la inspiración? ¿Y ellos?, ¿qué les queda a los varones? En general, los de sexo masculino han sido siempre más mortales, más poetas de la tierra, y ellas en cambio han sido o las musas o las “objeto de canto”. Pero hoy reivindico el don inspirador de esos “musos” que el lenguaje ni nombra, ni acepta; reivindico el numen para diosas y dioses, para esos seres inmortales, pero también para los hombres y mujeres, dioses y diosas de la tierra que inspiran aunque expiren.

miércoles, 25 de junio de 2008

Cuando las manos hablan

¿Y si las manos hablasen un día?, ¿y si sus dedos se llenasen de letras?, ¿y si la verdadera poesía, la que nace del corazón de los hombres, se escapase de dentro, saliese de nosotros, brotase a través de los poros e impregnase nuestra piel de palabras?. ¿Qué pasaría entonces?, ¿qué ocurriría si hablásemos más con el cuerpo y menos con la boca? Quizá seríamos más fieles a lo que somos, seríamos reos fugados de esas expresiones verbales con las que a menudo engañamos.

Hay días en que me tatuo temporalmente la piel, me pinto y me mancho, me escribo para sentir eso que escribo, o eso que otros escribieron. Es otra manera de leer...








martes, 24 de junio de 2008

De eclipses y constelaciones



¿Verificar constelaciones?, ¿reconstruir los mapas del cielo de las 50.000 noches de los 135 años que trascurren desde el 1250 al 1115 a.C.?, ¿para qué estos estudios realizados por los científicos argentinos Magnasco y Baikouzis? Como científicos que son, para comprobar una hipótesis. Hipótesis curiosa cuanto menos, hipótesis metafórica, hipótesis a medio camino entre las ciencias y las letras, hipótesis que parece haberse revelado cierta. ¿Homero describía en su Odisea un eclipse total de sol? “A ojo desnudo”, según los cálculos, el 16 de abril de 1178 a.C. pudieron observarse los cinco planetas así visibles, la Luna y la corona solar. Por eso los científicos tildan de exactas las descripciones poéticas que Homero realiza en el Canto XX de su Odisea. Según Baikouzis, gracias a este poeta griego, compositor de las obras magnas de la Odisea y la Ilíada, conocemos la primera alusión a la navegación por la brújula que constituyen las estrellas, luminosos puntos que orientaban a los marineros en sus viajes. Por eso, y como defendían Plutarco y Heráclito, la descripción del aedas ciego debía tratarse de algún acontecimiento astronómico. ¿Un eclipse? Bien podría serlo, porque existen en la Tierra hechos naturales cuya espectacularidad reclama bellas composiciones poéticas, reclama ser cantada con imágenes metafóricas que conduzcan a los lectores a sentir la fuerza de este mundo en el que habitamos.

“¡Ah, desdichados! ¡Qué desgracia vais a sufrir! ¡Vuestras cabezas, vuestros rostros, vuestras rodillas, están envueltas en la noche; prorrumpís en sollozos; vuestras mejillas están cubiertas de lágrimas; estas columnas y estos muros aparecen rociados de sangre; el pórtico y el patio están llenos de sombras que se precipitan hacia las tenebrosidades del Erebo! ¡Helios muere en el Urano y la niebla fatal avanza!”

Los científicos conjeturaron acerca de la fecha exacta en la que Ulises regresó a su Ítaca, pero el trabajo realizado no prueba la verdad histórica de este fechado regreso. Lo que sí demuestran es que Homero, aunque poeta, tenía conocimiento de hechos astronómicos que ocurrieron mucho antes de su tiempo. Porque no es verdad eso que decía el filósofo Platón de que son los poetas unos meros imitadores que de nada saben, salvo de engañar con sus dulces cantos de sirena.
Yo no voy a taparme los oídos, no voy a atarme al mástil de proa, que me encandilen las sirenas con sus versos, pues yo a ellas dedico este canto:

Bebed de esta boca que vocifera versos borrachos de vida. Bebed de estos vientos que vuelan y vibran, que vocean y vomitan vértigos, voces y armonía. Venid y vivid, soñad, abrid vuestra ventana para que el vertiginoso céfiro llene de rimas vuestros ojos, para que pueda entonar en vuestras bocas los besos vahídos que de los labios que os cantan han nacido. Dejad que bailen vuestros dedos estas baladas, boleros y valses viejos, venid y bebed este vino vitalicio, buscad esta voz en cada sueño, en cada delirio.

sábado, 21 de junio de 2008

viernes, 20 de junio de 2008

Para llegar al cielo...

“Se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato” (Julio Cortázar)




Estaba aquí, apoyado junto al muro, un día lo descubrí entre la maleza. Era azul, lo recuerdo como si aún estuviese recitándose a los transeúntes. Se escondía entre los árboles, pero no pasaba inadvertido. Sé que muchos lo leyeron y sintieron su metáfora. Pero llegué tarde para inmortalizarlo, para conservar la prueba de lo que digo. La pulcra pintura acalló el verso, pero no murió, salió corriendo por las calles y se situó en otro muro.


Me avisaron de esta nueva ubicación del verso ahuyentado. Y esta vez conseguí abrazarlo, conseguí fotografiar sus palabras antes de que lo echasen. Porque sabed que lo echaron, pero no se fue lejos. Se quedó allí, al lado, cerca, en el mismo muro.



Se tiñó de rojo, cambió su apariencia, transmutó su cuerpo de letra y se volvió más pasional, menos tímido, más persistente en su deseo de hacer florecer a la persona amada.

Si el verso quiere hacer volar, ha de dar alas, pero sólo volarán aquellos que estén vivos...


Poema 14

Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.

A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
¿Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
¡Ah, déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías!

De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.

Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.

Tú estás aquí. ¡Ah! tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.

Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruelo.

Cuánto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos gigantes.

Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.

Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.

Pablo Neruda

sábado, 14 de junio de 2008

Señor del nublo



El Albatros


Por distraerse, a veces, suelen los marineros

dar casa a los albatros, grandes aves del mar,

que siguen, indolentes compañeros de viaje,

al navío surcando los amargos abismos.


Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,

estos reyes celestes, torpes y avergonzados,

dejan penosamente arrastrando las alas,

sus grandes alas blancas semejantes a remos.


Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!

Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!

¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,

aquél mima, cojeando, al planeador inválido!


El Poeta es igual que este señor del nublo,

que habita la tormenta y ríe del ballestero.

Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,

sus alas de gigante le impiden caminar.


Charles Baudelaire (Las flores del mal)



Los poetas no nacieron para caminar por la tierra, sino para elevarse y elevar con sus versos las almas exiliadas o exiladas en los cuerpos. ¿Señores del nublo? Diría señores de las nubes, biombos tras los que se protegen del crítico mundo. Extraños habitantes terrestres que caminan dando tumbos, que andan torpemente porque lo suyo no es pisar con los pies en la tierra, sino alzarse al cielo con sus alas, echar a volar como ave, pájaro que escapa de su jaula, viajero y navegante, loco esperpento que de sí sale para alcanzar el universo.


lunes, 19 de mayo de 2008

De generaciones y cánticos

Es frecuente que la poesía se adscriba a generaciones, o a grupos de amigos que se inquietan ante las mismas circunstancias, que se preocupan de una forma o de otra por las mismas cuestiones que asolan a aquellas circunstancias. El contexto histórico siempre influye, el mundo en el que vive el poeta es el mundo que éste canta, con más o con menos fantasmas, con unos sueños u otros, pero son los tiempos y los espacios los que dan a luz un tipo de cultura u otro, lo mismo que una poesía u otra: vitalista o desgarrada, sentimental, personal o social y crítica. Cambia la temática, varía la forma según se canten vicios o virtudes de una época determinada. La poesía, como cualquier otra forma de expresión cultural, es fruto de su tiempo, por eso cambia, por eso a veces rompe con lo anterior y otras cree que lo más propicio es recuperar lo que se compuso en tiempos pasados.
En la posguerra española la riqueza y diversidad en el ámbito de la poesía fue extraordinaria. Los censores apenas ejercían su tarea en un ámbito que se consideraba minoritario y restringido a los círculos de las revistas literarias en las que se publicaban los versos. Los primeros años de posguerra la poesía se manifestó como belicista, cantadora de los vencedores, pues sólo los intelectuales de ese bando pudieron permanecer en el país. Poesía arraigada y desarraigada surgen como dos formas de entender el momento histórico tamizado por el lenguaje poético.

Durante la década de los años cuarenta proliferaron las revistas literarias como altavoces por los que gritaban los poetas. Estas revistas supusieron un impulso a la renovación en el terreno de la lírica en un sentido o en otro. La revista Espadaña, por ejemplo, defendía una poesía antiformalista, una poesía rebelde que fuese expresión de los problemas sociales; en cambio, Cántico proponía la opción contraria, es decir, cultivar una poesía de refinamiento formal y de contenido intimista.
Pablo García Baena (Córdoba, 1923) fue quien fundó en 1947 con Ricardo Molina y Juan Bernier, entre otros, esa revista que reivindicaba el regreso al cuidado formal. El grupo Cántico cultiva así una poesía con lenguaje barroco, una poesía de estética sensual y muy vitalista que enlaza con la Generación del 27, especialmente con la figura de Luis Cernuda.


La obra de García Baena, un poeta que se deleita con las palabras y con su sonoridad para transportar al lector más allá de lo que dicen los signos, ha sido premiada recientemente con el Reina Sofía de poesía Iberoamericana, un galardón convocado por la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional. El fin de este premio es reconocer el conjunto de la obra de un autor vivo que, por su valor literario, constituye una aportación relevante al patrimonio cultural común iberoamericano y de España. Como decía Luis Cernuda una de las alas de la poesía es la mirada, y la de García Baena es de esas miradas que elevan lo que tocan a través del lenguaje. Sin duda un merecido premio, ¡enhorabuena!


ELEGÍA

Me envuelvo en tu recuerdo
como en nieblas secretas que me apartan del mundo.
En la calle sonrío al amigo que pasa,
y nadie,
nunca nadie
adivinó mi muerte bajo aquella sonrisa
ni el frío sin consuelo de mis ojos que ciegan
pidiendo de los tuyos más desdén,
más veneno.
Ahora que la tarde se derrumba en las sombras,
y que el libro de versos resbala por mis manos,
ahora que la lluvia llora por los cristales
de mi ventana,
y llanto va a caer de mis ojos,
antes de que una mano encienda la dorada
llama de mi quinqué,
dime si tú no sueñas en tu balcón, ahora
que la lluvia nos une a los dos con sus lágrimas,
o si sobre el teclado de tu piano oscuro
agoniza Chopin
bajo tus manos trémulas.
Nunca sabrás el loco deseo que me tortura
de cautivar tus labios bajo mi boca ávida,
y sentir el latido de tu sien en mi mano
aprisionada como un pájaro aterido.
Pero no sabrás nunca nada de mi deseo.
Nada de cuando pienso desgarrar con mis dientes
los azules canales de tus venas
y juntos
morirnos desangrados, confundidas las sangres.
Pero estamos ajenos.
Yo sigo en mi ventana,
y tú soñando en otro mientras Chopin suspira,
ahora que aún no arde en mi quinqué la luz
y que a los dos nos une la lluvia con sus lágrimas.

sábado, 3 de mayo de 2008

El paisaje de los versos


“Valéry aludió al hastío de las cosas cuando el alma se cierra, o a cierto cansancio estético en relación con las cosas. Y el paisaje no es eso: el paisaje es, ya se sabe, un estado del alma para otro estado del alma”.
El poeta argentino de Entre Ríos Juan L. Ortiz consideraba la poesía como una manifestación del alma que se funde con el paisaje, el destino del propio poeta ahí reflejado. Nuestras percepciones del mundo, de lo otro, de lo que está fuera del ser mismo son en realidad visiones generadas interiormente, estados de ánimo que se esparcen por el paisaje fluvial, expresión de nosotros mismos, de nuestro discurrir por la vida.
Y a veces no lo valoramos, echamos por tierra la naturaleza que nos acoge y nos sumergimos en un entorno urbano cargado de ruido, un ensordecedor ambiente que nos impide oír lo que llevamos dentro. Juanele buscó con sus poemas interrogar al mundo, descubrirse y encontrarse en él, por eso siempre vivió interactuando con el territorio en el que nació, ese paisaje fluvial que trazan los afluentes del Paraná y el Uruguay. Versos que manifiestan un diálogo espiritual con los elementos naturales, especialmente con los ríos y sus aguas, versos en los que abundan los puntos suspensivos y los signos de interrogación como expresión lingüística de ese diálogo de almas. El poeta no se opone al mundo, se funde con él; objeto poetizado y sujeto son la misma cosa en la obra de Juan L. Ortiz. Su poesía celebra la vida primaria en comunión con la naturaleza y es optimista en cuanto a esa vuelta al origen: “yo sé que un día los frutos de la tierra y del cielo, más finos, llegarán a todos. Que las almas más ignoradas se abrirán a los signos más etéreos del día, la noche y de las estaciones...”
Pinta con sus palabras toda una cosmología en la que no falta detalle, pues todos los seres y las cosas que habitan en la tierra merecen ser reveladas; todo forma un conjunto armónico en el que debe integrarse el hombre, para lo cual éste debe aprender a mirar más allá de lo que ve, aprender a sentir y a escuchar con un nuevo sentido, con una “inteligencia ardiente”, la que posee quien vive con todo su ser. El propio poeta creía que para captar un objeto se necesitaba la sensación, la intuición, la imaginación y la preeminencia de matices entre la intuición y el concepto, sólo así el hombre puede entender el mundo y entenderse a sí mismo.



NO, NO LA TEMAS...
No, no la temas, ella te mira
de donde tú doblas, constantemente, los días...
Y de noche, aún, te visita,
y tú quizás ni sospechas que algunas veces por
tu hálito
ella te respira...:
y esa palidez que, de repente, mientras duermes, te
marfila,
desde, acaso, otro sueño, la huida
que tu frente y encera, anticipadamente, en lila
los párpados que te sellaría...?

Si ella es detrás, siempre detrás de ti
y es contigo
hasta cuando hacia las diez de un azul de setiembre tú vibras
con la brizna
en ese algo que lejos de pulsaría apenas si
verticalmente le mide
en otro jade el minuto
como un lapidario de éste, miniándole en su línea
el centelleo que a su pesar no remite,
no, el circuito…

Ella es menos que una sombra o ese nadie que te pierde en lo
invisible
y que te habita:
más en ti, en ti
que afuera entonces del tejido
de la millonésima de segundo que tú mueres al vivirte…

Pero puedes, con todo, hacerte tú ella misma
ardiéndote antes de que se incline
sobre tu velilla
tal el héroe al alzarla en una sola llama con la suya
ganándole al destino
el soplo que lo seguía...

y como tú, pues, en el poema en que de súbito, asimismo,
quemas ese momento de la oscuridad o de la luz que de todo
o de todos asumiste
y que con tu sangre también, les rindes
en insignia
del silencio a flamearles cuando el asta, por igual, deba
fundírseles
en lo que abrasa, de improviso,
el alrededor de unas islas…

(poema de "La orilla que se abisma")


[“La orilla que se abisma”, una película del cineasta Gustavo Fontán, combina poesía y cine para ofrecer al espectador una interesante mirada, la del poeta Juan Laurentino Ortiz]

sábado, 26 de abril de 2008

Cuando los poetisos hacen llagas


El lenguaje es depositario de la historia; guardan las palabras en sus cuerpos de letra algunos estigmas que el tiempo no cura. El vocabulario se impregna de las realidades que designa, pero a veces esas existencias del afuera son oscuras, y entonces los tímidos sustantivos o los alegres adjetivos se ponen de luto y no saben ya cómo desprenderse de un negro que no buscaron, pero con el que lamentablemente se encontraron.
Existen palabras cuya pronunciación parece un sacrilegio, una falta de respeto hacia aquél al que se dirigen. Existen palabras tabú, o palabras cuasi prohibidas, palabras a las que los labios temen acercarse, palabras que escritas parecen bellas y también perfecto parece su sonido, pero silencio, que nadie las diga.
¿Será, como la historia, machista el lenguaje? Se le criticado por ello, y no pocas veces, se le ha dicho que diga “niños y niñas”, “amigos y amigas”, “señores y señoras”... La economía del lenguaje sacrificada a favor del feminismo. Pero ¿decir “poetas y poetisas” haría honor a ese feminismo que busca otorgar los derechos de los que han carecido tantos años las mujeres? Muchas no estarían de acuerdo, prefieren ser llamadas poetas, que su profesión se designe con el mismo nombre que se les da a ellos; no quieren tener nombre propio, no quieren ser poetisas, sino poetas, que sin duda son mejores. Pregúntele si no a Don Miguel de Unamuno, que bien sabía él que los poetisos no valían ni dos duros: “Por favor, no me compares; ¿poetas esos Narcisos que hacen juegos malabares? Poetas, no, ¡poetisos!”
Manuel Casado en su libro “El castellano actual: usos y normas” explica que existe una resistencia a utilizar el femenino de algunas palabras por la significación peyorativa que se le atribuye. Quizá las poetisas sean esas cursis que escriben poemas del romanticismo rosa y versos cargados de la sensiblería propia del sexo débil. Y así cualquier “poeta” detestaría ser llamada con una palabra que rebaja la categoría de lo que escribe. Ni hablar, si es así, que se mueran las poetisas.
El diccionario de la Real Academia Española define poetisa como “mujer que compone obras poéticas y está dotada de las facultades necesarias para componerlas”. Parece claro, pues, que calidad tiene. ¿Y poeta quién es? “La persona que compone obras poéticas y está dotada de las facultades necesarias para componerlas”. Poetisa es mujer, poeta es persona. Poetas son todos: hombres y mujeres, poetas y poetisas; poetisas, en cambio, son sólo ellas. El lenguaje es claro al respecto, poetisa es el femenino de poeta, pero nada más, no lleva en sí connotaciones sobre la calidad de los poemas. Tal vez sea necesario seguir el consejo de Dámaso Alonso y rehabilitar a esa pobre palabra muerta, resucitarla y secar definitivamente todas sus lágrimas.


(nota: la imagen es un fresco de Pompeya que representa a una poetisa; algunos consideran que es la griega Safo)