lunes, 30 de junio de 2008

Como cicádidos

FED. — ¿Y cuál es ese don que han recibido? Porque me parece que no he oído mencionarlo nunca.
SÓC. — Pues en verdad que no es propio de un varón amigo de las musas, el no haber oído hablar de ello. Se cuenta que, en otros tiempos, las cigarras eran hombres de ésos que existieron antes de las Musas, pero que, al nacer éstas y aparecer el canto, algunos de ellos quedaron embelesados de gozo hasta tal punto que se pusieron a cantar sin acordarse de comer ni beber, y en ese olvido se murieron. De ellos se originó, después, la raza de las cigarras, que recibieron de las Musas ese don de no necesitar alimento alguno desde que nacen y, sin comer ni beber, no dejan de cantar hasta que mueren, y, después de esto, el de ir a las Musas a anunciarles quién de los de aquí abajo honra a cada una de ellas. En efecto, a Terpsícore le cuentan quiénes de ellos la honran en las danzas, y hacen así que los mire con más buenos ojos; a Érato le dicen quiénes la honran en el amor, y de semejante manera a todas las otras, según la especie de honor propio de cada una. Pero es a la mayor, Calíope, y a la que va detrás de ella, Urania, a quienes anuncian los que pasan la vida en la filosofía y honran su música. Precisamente éstas, por ser de entre las Musas las que tienen que ver con el cielo y con los discursos divinos y humanos, son también las que dejan oír la voz más bella. De mucho hay, pues, que hablar, en lugar de sestear, al mediodía.
(Fedro de Platón)






Cuestiones "numenísticas"

(Ap0lo y las nueve musas)


Calíope, Clío, Érato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania. Nueva musas, nueve melindrosas féminas inmortales nacidas del dios de dioses, del Zeus del Olimpo, y de Mnemosina, la memoria, hija del Cielo y de la Tierra, según manifiesta el poeta Hesíodo en su Teogonía. Nueve noches consecutivas fueron un mismo ente Zeus y Mnemosina, nueve noches y de cada noche, una musa, una inspiradora divina.
Mensajeras de la inspiración en sus más diversos campos, poesía épica, lírica coral, danza, comedia o tragedia. Son las portadoras del numen que regalan a los hombres, voces dulces, cantos de sirena, susurros que se cuelan en el laberíntico oído del poeta. Agitan las ideas de su cabeza y van componiendo melodías que quizá se conviertan en poemas.
¿Musas?, ¿es el numen canto exclusivo de estas diosas?, ¿sólo ellas, caprichosas embelesadoras, poseen la gracia de la inspiración? ¿Y ellos?, ¿qué les queda a los varones? En general, los de sexo masculino han sido siempre más mortales, más poetas de la tierra, y ellas en cambio han sido o las musas o las “objeto de canto”. Pero hoy reivindico el don inspirador de esos “musos” que el lenguaje ni nombra, ni acepta; reivindico el numen para diosas y dioses, para esos seres inmortales, pero también para los hombres y mujeres, dioses y diosas de la tierra que inspiran aunque expiren.

miércoles, 25 de junio de 2008

Cuando las manos hablan

¿Y si las manos hablasen un día?, ¿y si sus dedos se llenasen de letras?, ¿y si la verdadera poesía, la que nace del corazón de los hombres, se escapase de dentro, saliese de nosotros, brotase a través de los poros e impregnase nuestra piel de palabras?. ¿Qué pasaría entonces?, ¿qué ocurriría si hablásemos más con el cuerpo y menos con la boca? Quizá seríamos más fieles a lo que somos, seríamos reos fugados de esas expresiones verbales con las que a menudo engañamos.

Hay días en que me tatuo temporalmente la piel, me pinto y me mancho, me escribo para sentir eso que escribo, o eso que otros escribieron. Es otra manera de leer...








martes, 24 de junio de 2008

De eclipses y constelaciones



¿Verificar constelaciones?, ¿reconstruir los mapas del cielo de las 50.000 noches de los 135 años que trascurren desde el 1250 al 1115 a.C.?, ¿para qué estos estudios realizados por los científicos argentinos Magnasco y Baikouzis? Como científicos que son, para comprobar una hipótesis. Hipótesis curiosa cuanto menos, hipótesis metafórica, hipótesis a medio camino entre las ciencias y las letras, hipótesis que parece haberse revelado cierta. ¿Homero describía en su Odisea un eclipse total de sol? “A ojo desnudo”, según los cálculos, el 16 de abril de 1178 a.C. pudieron observarse los cinco planetas así visibles, la Luna y la corona solar. Por eso los científicos tildan de exactas las descripciones poéticas que Homero realiza en el Canto XX de su Odisea. Según Baikouzis, gracias a este poeta griego, compositor de las obras magnas de la Odisea y la Ilíada, conocemos la primera alusión a la navegación por la brújula que constituyen las estrellas, luminosos puntos que orientaban a los marineros en sus viajes. Por eso, y como defendían Plutarco y Heráclito, la descripción del aedas ciego debía tratarse de algún acontecimiento astronómico. ¿Un eclipse? Bien podría serlo, porque existen en la Tierra hechos naturales cuya espectacularidad reclama bellas composiciones poéticas, reclama ser cantada con imágenes metafóricas que conduzcan a los lectores a sentir la fuerza de este mundo en el que habitamos.

“¡Ah, desdichados! ¡Qué desgracia vais a sufrir! ¡Vuestras cabezas, vuestros rostros, vuestras rodillas, están envueltas en la noche; prorrumpís en sollozos; vuestras mejillas están cubiertas de lágrimas; estas columnas y estos muros aparecen rociados de sangre; el pórtico y el patio están llenos de sombras que se precipitan hacia las tenebrosidades del Erebo! ¡Helios muere en el Urano y la niebla fatal avanza!”

Los científicos conjeturaron acerca de la fecha exacta en la que Ulises regresó a su Ítaca, pero el trabajo realizado no prueba la verdad histórica de este fechado regreso. Lo que sí demuestran es que Homero, aunque poeta, tenía conocimiento de hechos astronómicos que ocurrieron mucho antes de su tiempo. Porque no es verdad eso que decía el filósofo Platón de que son los poetas unos meros imitadores que de nada saben, salvo de engañar con sus dulces cantos de sirena.
Yo no voy a taparme los oídos, no voy a atarme al mástil de proa, que me encandilen las sirenas con sus versos, pues yo a ellas dedico este canto:

Bebed de esta boca que vocifera versos borrachos de vida. Bebed de estos vientos que vuelan y vibran, que vocean y vomitan vértigos, voces y armonía. Venid y vivid, soñad, abrid vuestra ventana para que el vertiginoso céfiro llene de rimas vuestros ojos, para que pueda entonar en vuestras bocas los besos vahídos que de los labios que os cantan han nacido. Dejad que bailen vuestros dedos estas baladas, boleros y valses viejos, venid y bebed este vino vitalicio, buscad esta voz en cada sueño, en cada delirio.

sábado, 21 de junio de 2008

viernes, 20 de junio de 2008

Para llegar al cielo...

“Se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato” (Julio Cortázar)




Estaba aquí, apoyado junto al muro, un día lo descubrí entre la maleza. Era azul, lo recuerdo como si aún estuviese recitándose a los transeúntes. Se escondía entre los árboles, pero no pasaba inadvertido. Sé que muchos lo leyeron y sintieron su metáfora. Pero llegué tarde para inmortalizarlo, para conservar la prueba de lo que digo. La pulcra pintura acalló el verso, pero no murió, salió corriendo por las calles y se situó en otro muro.


Me avisaron de esta nueva ubicación del verso ahuyentado. Y esta vez conseguí abrazarlo, conseguí fotografiar sus palabras antes de que lo echasen. Porque sabed que lo echaron, pero no se fue lejos. Se quedó allí, al lado, cerca, en el mismo muro.



Se tiñó de rojo, cambió su apariencia, transmutó su cuerpo de letra y se volvió más pasional, menos tímido, más persistente en su deseo de hacer florecer a la persona amada.

Si el verso quiere hacer volar, ha de dar alas, pero sólo volarán aquellos que estén vivos...


Poema 14

Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.

A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
¿Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
¡Ah, déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías!

De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.

Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.

Tú estás aquí. ¡Ah! tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.

Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruelo.

Cuánto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos gigantes.

Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.

Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.

Pablo Neruda

sábado, 14 de junio de 2008

Señor del nublo



El Albatros


Por distraerse, a veces, suelen los marineros

dar casa a los albatros, grandes aves del mar,

que siguen, indolentes compañeros de viaje,

al navío surcando los amargos abismos.


Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,

estos reyes celestes, torpes y avergonzados,

dejan penosamente arrastrando las alas,

sus grandes alas blancas semejantes a remos.


Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!

Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!

¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,

aquél mima, cojeando, al planeador inválido!


El Poeta es igual que este señor del nublo,

que habita la tormenta y ríe del ballestero.

Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,

sus alas de gigante le impiden caminar.


Charles Baudelaire (Las flores del mal)



Los poetas no nacieron para caminar por la tierra, sino para elevarse y elevar con sus versos las almas exiliadas o exiladas en los cuerpos. ¿Señores del nublo? Diría señores de las nubes, biombos tras los que se protegen del crítico mundo. Extraños habitantes terrestres que caminan dando tumbos, que andan torpemente porque lo suyo no es pisar con los pies en la tierra, sino alzarse al cielo con sus alas, echar a volar como ave, pájaro que escapa de su jaula, viajero y navegante, loco esperpento que de sí sale para alcanzar el universo.