miércoles, 13 de octubre de 2010

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar en sueño. Llorar ante las puertas. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
Oliverio Girondo

martes, 5 de octubre de 2010

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se entregan.

Oliverio Girondo

viernes, 30 de julio de 2010


Amor de amar amor es un abecedario de palabras que no vale nada o puede valerlo todo. Al igual que hay lenguajes que nos calientan como el sol, también hay otras expresiones que nos enfrían. En relación a esta semántica amorosa, inherente a los corazones que cultivan el verso como forma de sí, desde las entretelas de la vida, el filósofo José Antonio Marina acaba de publicar un tratado de los sentimientos a través de las más intensas cartas de amor de todos los tiempos; una peculiar forma de hacernos ver y vivir el amor. Misivas que son desahogo, no sólo de literatos, sino de cualquier ser humano con alma de poeta; duende que se tiene cuando en verdad se está enamorado. Por desgracia, vivimos en un mundo donde hacer el amor es fácil, pero enamorarse es un arte difícil de mantenerlo en esta sociedad de mercaderes, donde cada día proliferan más los adictos a los usos de usar y dejar tirado.
La calidad humana se mide por el amor gestado, que por mucho que se gusta no se desgasta. Un amor de amar que necesitamos explicitarlo. Sea con cartas, con poemas, o injertando una sonrisa en los ojos que besan. El amor nos necesita y le necesitamos para no morir de pena. No en vano, José Antonio Marina en su libro “palabra de amor”, se pregunta y nos interroga, pienso que adrede: ¿Cómo convertir el “amor pasión” en una “vida amorosa”? ¿Cómo mantener el entusiasmo inicial en las rutinas diarias? Sin duda, éste es el gran problema que todos los amantes han tenido que resolver a su manera, con mayor o menor éxito. Por ello, a renglón seguido, el autor de la citada joya literaria, vuelve a la carga de interpelaciones con el lector: ¿Qué puede esperar el lector o la lectora de este libro? La respuesta no tiene desperdicio: “Que le anime a conocer la experiencia de otras personas, sus aciertos y equivocaciones; que le permita entrar en los corazones ajenos y, tal vez, que le impulse a conocer mejor su propio corazón, que siempre es un enigma”. Lo que es ley de amor, primera letanía, es que para podernos dar antes tenemos que conocernos. Si a nosotros mismos no nos conocemos, qué damos.
También coincido con Marina en reivindicar las vidas amorosas felices, no exentas de dificultades, porque el amor auténtico cuesta, es un corazón que se entrega sin letra de cambio. La lección del científico Einstein, de que vivimos en el mundo cuando amamos y de que sólo una vida vivida para los demás merece la pena ser vivida, nos ayuda a ponernos en situación, cuando menos en camino. En el amor, al fin y al cabo, no basta únicamente con ser, hay que estar para ese ser que uno ama, más allá de una fecha o de un día, y hacerlo sin medida, porque el amor medido es poca palabra para lo mucho que significa. A sus lances me remito. Mientras que el corazón tiene amor, la vida conserva ilusiones: es un hecho tan real como la vida misma. Demos, pues, fuelle a los anhelos que brotan lenguas de deseos y silencios que hablan. No le pongamos grilletes. Son palabras de amor que nos resucitan por dentro y por fuera.

Víctor Corcoba Herrero

viernes, 23 de julio de 2010

Morir, morirnos

No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.


Muero de ti y de mi, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros,
separados del mundo, dichosa, penetrada,
y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos oscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Jaime Sabines

lunes, 12 de julio de 2010

Holanda vuelve a rendirse ante España. Esta vez no nos entrega la llave de la ciudad de Breda; esta vez su derrota, o mejor nuestra victoria, nos da la copa del mundo. Y como en este cuadro de Las Lanzas o La rendición de Breda de Velázquez en el que Ambrosio de Spínola muestra su caballerosidad y no admite la humillación del holandés, el equipo de fútbol español ha brillado por su humildad, por su deportividad, por unos valores que hacen que la victoria tenga un sabor aún más especial. Porque Andrés Iniesta en el momento que probablemente será el más importante de su carrera como futbolista, el instante en el que marcó el gol del triunfo, se acordó de quien ya no está, de Dani Jarque, que hoy no puede celebrar que España ha ganado por primera vez en su historia un Mundial de Fútbol, el de Sudáfrica 2010. Se quita protagonismo, se acuerda del otro, de un compañero, de un amigo al que le brinda su gran gol.
Humildad de Iniesta, humildad también la del seleccionador Vicente Del Bosque, el salmantino sosegado, tranquilo, confiado en que el tiqui-taca, el estilo de un fútbol que a cualquiera gusta ver podía dar la victoria a un equipo sin fisuras, a un equipo-piña en el que sobra el individualismo, en el que la estrella es el conjunto. Un Vicente Del Bosque que agradece las críticas, que no entra en juegos sucios y cuyas primeras palabras tras ganar el mundial de fútbol son dignas de un hombre con unos valores humanos que todos deberíamos tomar como ejemplo.
El fútbol que tanto mueve a las masas puede unir a un país, puede hacer realidad su sueño. Desde luego el fútbol de esta selección se ha convertido en una bella metáfora...

miércoles, 16 de junio de 2010

Compartir Felicidad

Vivamos intensamente, descubramos el alma del mundo.

Decir "te quiero" equivale a la miel más dulce. La cocina del día a día exige tomarse tiempo para un abrazo, un beso, una sonrisa.

Debemos pensar positivamente de las intenciones ajenas y dotarnos de una buena ración de gratitud para los buenos momentos y de esperanza para los malos.

Brindemos. Brindemos todo lo que podamos brindar. Brindemos por brindar. Brindémonos.

Entendamos que no hay que ir siempre por el camino más corto, sino por el más bonito.

Bueno será que digamos lo que sentimos y hagamos lo que pensamos.

Preguntémonos hacia dónde vamos y no dejemos lo esencial para el final.

Nadie niega los miedos, las dudas, las pérdidas, el sufrimiento, el dolor, pero la felicidad es una actitud.

La clave está en el afecto, en la ternura, en el cariño y en el ser conscientes de que vivimos.

Vivir el presente, recrearnos en las pequeñas y bellas cosas es el reto.

Desgranemos reflexiones, vivencias y sentimientos acerca de cómo vivir la vida para hacerla más amable, más vida.

Tener en cuenta, por encima de todo, que la tristeza, cuando se comparte, disminuye y que la felicidad, en cambio, cuando se comparte, aumenta.

Sencillos y quizá obvios consejos de Javier Urra que, sin embargo, conviene recordar de vez en cuando.

sábado, 29 de mayo de 2010

El Cielo de Salamanca

Lo que la vista ordena es un refugio
en que el alma custodia la memoria
del primer resplandor;
y es esta calle,
su peaje vertical de piedra en piedra,
caligráficamente colocado
para abrazar el cielo diminuto
de un tul azul milagro entre cornisas,
mi primer territorio de belleza,
la primera lección de dónde vivo,
esta ciudad de muros y campanas
que me quiso asfixiar con su hermosura.
En ella esta precisa quebradura
medida y diapasón, guarismo y cifra
de todos los restantes resplandores:
precisamente aquí, ascua perenne,
lugar de los lugares, parado aquí,
abro el cofre del alma a su intemperie:


en mi hombro izquierdo Casa de las Conchas
pétreo brazo de mar sin gota de agua
que dispone la luz y la señala
en sus dedos de sombra repetidos;

y en el otro perfil La Clerecía
cíclope dibujándose en deshora
como si Dios hubiese aquí dispuesto
un primer escalón al Paraíso.


Y abrazado a las dos, o a pesar de ellas,
en el tránsito dulce del ocaso,
a los ojos alzados de mi antigua mirada
la rendija del aire infectada de sombras
le mostró un firmamento irrepetible,
el más hermoso azul del Universo
que hipnótico al epílogo del día
en su insaciable luz justificaba
la hornacina, las conchas, la deshora,
los pasos; las ventanas, el Paraíso,
la niñez, la mirada…
la existencia
de esta ciudad de líquidas texturas
convertidas sus piedras sólo en marco
del prodigioso azul que las corona.
Lo que el alma custodia es sólo el cielo.

Ángel González Quesada

jueves, 20 de mayo de 2010

Sed

Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.

Trémula mano roja que hasta su vida se alza.

Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.

Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas……

Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.

Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.

Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.

Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.

Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.

Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.

Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.

La boca tiene sed, para qué están tus besos.

El alma está incendiada de estas brasas que te aman.

El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.

De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.

Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.

Pablo Neruda


"Tengo sed", me oíste decir

con el aliento apenas.

Y me arrullaste

como a un recién nacido,

contra tus pechos,

ávidos de labios míos.

Me diste de beber.

Y luego de saciarme,

te repetí: "tengo sed",

sin aliento apenas.

Me arrullaste esta vez

entre tus muslos

y de nuevo, me diste de beber.

En la fuente de la vida

y de la muerte, te sellé,

con un beso,

mi último suspiro.

Luis Eduardo Aute


lunes, 17 de mayo de 2010

¿Cuento o novela?


A veces, o muchas veces, los escritores se guardan ases en la manga, se guardan palabras para sus adentros y cuando nos creemos que están muertos, resucitan en forma de relatos inéditos. Es lo que ha ocurrido con Jorge Luis Borges, que ahora nos sorprende con "Los Rivero", un texto que dejó inacabado. Pero ¿por qué lo abandonó el argentino? Según he leído, el cuento iba en una de sus líneas temáticas, la historia. Sin embargo, Borges se encontró con un problema de límites, un problema real al que a menudo se enfrentan los lectores de su obra ficticia. Lo abandonó porque se excedía, porque pretendía ser relato y se acercaba peligrosamente a la novela, un género con el que Borges no quiso cuentas. Él era más de ir al grano, de sorprender en pocas líneas, de contar lo esencial y dejar al lector reflexionando. Por eso su "Crónica" la dejó a medias, la dejó a la deriva, en tierra de nadie, perdida entre las fronteras de lo que su creador quería que fuese, y lo que ella misma como historia en potencia quería ser. Ahora en acto es un ejemplo escrito de la difícil respuesta a esta pregunta: ¿dónde acaba un cuento y dónde empieza una novela?

sábado, 8 de mayo de 2010

miércoles, 28 de abril de 2010

El lápiz


Madera y grafito se unen en el lápiz para inmolarse a medida que producen palabras, rasgos, números y líneas. El lápiz se gasta como quien lo maneja. Muere al dar vida a sus trazos y al segregarlos se prolonga en ellos (también son efímeros como el viento en la arena o la lluvia en el agua).

Por su lengua habla la naturaleza vencida. Árbol que acaban de talar, las mondaduras huelen a bosque. Para ser lápiz, a fuerza de ser lápiz, se despoja de las materias que sostienen su condición de lápiz. Incluye en latencia todas las posibilidades expresivas de la mente y la mano. Pero, inseguro, lleva su antítesis en el otro extremo: la goma. Lo que escribimos resulta provisional como lo que hace el lápiz. El signo de las cosas es gastarse.

José Emilio Pacheco


Porque se puede amar la vida por ser efímera, por ser volátil, por su carácter mudable, o porque la vida, si se ama, se ha de amar por eso, si no, es imposible amarla...

Todo fluye, el río continúa imparable mudando su agua, y aun así, siempre hay algo que permanece, su cauce, sin él ¿por dónde caminaría el agua?

El poeta no escribe buscando la permanencia, escribe por la necesidad de describir el mundo, lo único que podemos describir, en palabras de este poeta mexicano. Por eso, al poeta no le importaría escribir versos con lápiz y saber que no vivirán para siempre, por eso podría escribir y escribir en la arena de una playa sabiendo que las olas llegarán para borrar un día tras otro sus palabras...

miércoles, 10 de marzo de 2010

Acuérdate de vivir


Podría ser

Contando monedas para comprar cigarros,
regreso a mi casa, sumando derrotas.
Vuelvo sin excusas, sin paz ni trabajo,
y a nuestro futuro le arrancan las horas.
Y en casa me espera
mi razón de vida,
el calor de hogar.
Llevo la vergüenza,
las manos vacías,
la precariedad.

Ella sonreirá, "saldremos adelante".
A pesar del tiempo sigue siendo bella.
La miro y recuerdo. No siempre los planes
salen como sueñas, eternas promesas.
Estoy cansado
de tropezar siempre,
del “ya le llamaremos”.
Quizá mañana
cambien nuestra suerte
y acabe este invierno.

Podría ser jardinero en Marte,
médico de flores, poeta ambulante
deshollinador volando en tejados,
probador de espejos, o pirata honrado.
Quisiera ser hombre al fin al cabo.

Podría ser quizá delineante
de columpios rojos, un gran nigromante,
un cantor de nanas, quizás buhonero,
y vender palomas, pócimas y ungüentos.
Pensándolo bien, me conformo con menos.

Enchufo la radio, no habla de nosotros.
La luz de la aurora se vierte en la acera.
Ella me da un beso, yo me hundo en sus ojos.
"Suerte" me susurra y cruzo la puerta.
Fuera quizá encuentre
por fin la respuesta
o mi exculpación.
Llueve mientras sueño,
quizá cuando vuelva
haya salido el sol

Podría ser cartero de Neruda,
pescador de estrellas, navegando en la luna,
piloto de cometas, explorador de abismos,
quizá recolector de gotas de rocío.
Quisiera ser un hombre, es poco lo que pido.

Podría ser quizá delineante
de columpios rojos, un gran nigromante,
un cantor de nanas, quizás buhonero,
y vender palomas, pócimas y ungüentos.
Pensándolo bien, me conformo con menos.

Podría ser jardinero en Marte,
médico de flores, poeta ambulante
deshollinador volando en tejados,
probador de espejos, o pirata honrado.
Quisiera ser hombre al fin al cabo.


Porque esto que vivimos puede ser una buena excusa para inspirarse...

martes, 12 de enero de 2010



Dame la mano, amor, que no podemos
descansar todavía.
Tendrás que recorrer conmigo el tiempo;
mira cuánta distancia hasta la nieve,
cuántos copos de tierra
para olvidar los ojos del pasado
y encontrar el mañana
con un beso en la boca.

Ya sé que estás herido;
que te fatiga
atravesar la noche
y tienes miedo
de que, al final,
nos aguarde tan sólo la tristeza.

Ya sé que te rendiste
muchas veces al sol que deshidrata
todos los corazones;
pero yo te he salvado
trayendo un fresco arroyo hasta tus venas.

Si no puedes con todo
te llevaré en los brazos.
Has visto que soy fuerte
y que puedo arrasar todo el abismo.

Mataré los jaguares si se atreven
a acercarse a nosotros.
Antes de que emprendiéramos el viaje
cogí todas las armas
que tú me regalaste
y me mentalicé para la lucha.

Puedo con el desdén de las anémonas,
con la desilusión
de todos los reptiles,
con la envidia mortal del aguacero.
Apóyate en mi hombro.
A mí nada me agota,
ni siquiera la lluvia.

María Luisa Mora