lunes, 12 de julio de 2010

Holanda vuelve a rendirse ante España. Esta vez no nos entrega la llave de la ciudad de Breda; esta vez su derrota, o mejor nuestra victoria, nos da la copa del mundo. Y como en este cuadro de Las Lanzas o La rendición de Breda de Velázquez en el que Ambrosio de Spínola muestra su caballerosidad y no admite la humillación del holandés, el equipo de fútbol español ha brillado por su humildad, por su deportividad, por unos valores que hacen que la victoria tenga un sabor aún más especial. Porque Andrés Iniesta en el momento que probablemente será el más importante de su carrera como futbolista, el instante en el que marcó el gol del triunfo, se acordó de quien ya no está, de Dani Jarque, que hoy no puede celebrar que España ha ganado por primera vez en su historia un Mundial de Fútbol, el de Sudáfrica 2010. Se quita protagonismo, se acuerda del otro, de un compañero, de un amigo al que le brinda su gran gol.
Humildad de Iniesta, humildad también la del seleccionador Vicente Del Bosque, el salmantino sosegado, tranquilo, confiado en que el tiqui-taca, el estilo de un fútbol que a cualquiera gusta ver podía dar la victoria a un equipo sin fisuras, a un equipo-piña en el que sobra el individualismo, en el que la estrella es el conjunto. Un Vicente Del Bosque que agradece las críticas, que no entra en juegos sucios y cuyas primeras palabras tras ganar el mundial de fútbol son dignas de un hombre con unos valores humanos que todos deberíamos tomar como ejemplo.
El fútbol que tanto mueve a las masas puede unir a un país, puede hacer realidad su sueño. Desde luego el fútbol de esta selección se ha convertido en una bella metáfora...

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