Fotografías: trucos para engañar al tiempo, estrategias del hombre para seguir estando en este mundo en el que sólo estamos de paso... viernes, 31 de octubre de 2008
Fotografías
Fotografías: trucos para engañar al tiempo, estrategias del hombre para seguir estando en este mundo en el que sólo estamos de paso... miércoles, 29 de octubre de 2008
Determinarse y luego arrepentirse;
empezar a atreverse y acobardarse;
arder el pecho y la palabra helarse;
desengañarse y luego persuadirse.
Comenzar una cosa y advertirse;
querer decir su pena y no aclararse;
en medio del aliento desmayarse,
y entre el amor y el miedo consumirse.
En las resoluciones deternerse;
hallada la ocasión no aprovecharse,
y perdido de cólera encenderse.
Y sin saber por qué, desvanecerse;
efectos son de amor; no hay que espantarse,
que todo del amor puede creerse.
Juan de Tassis
empezar a atreverse y acobardarse;
arder el pecho y la palabra helarse;
desengañarse y luego persuadirse.
Comenzar una cosa y advertirse;
querer decir su pena y no aclararse;
en medio del aliento desmayarse,
y entre el amor y el miedo consumirse.
En las resoluciones deternerse;
hallada la ocasión no aprovecharse,
y perdido de cólera encenderse.
Y sin saber por qué, desvanecerse;
efectos son de amor; no hay que espantarse,
que todo del amor puede creerse.
Juan de Tassis
jueves, 16 de octubre de 2008
Hablando por los codos
Nunca dejaba olvidadas las manos cuando acudía a alguna cita. Eran su voz y también el sonido de su llanto. Hablaba por los codos, aunque siempre sirviéndose de la locuacidad de sus manos. A veces, sin embargo, la garganta de sus falanges se secaba, le dolían tanto los dedos cuando se exacerbaba que no podía seguir moviéndolos con tal elocuencia y desparpajo. Entonces cuando harto de agitar las manos deseaba expresarse a toda costa, optaba por utilizar la segunda herramienta de su particular voz. Escribía. Escribía para sacarse de dentro las palabras que por la boca no le salían. Escribía con fuerza, con intensidad, exprimiendo con firmeza la tinta del bolígrafo. Su timbre masculino y su tono grave resonaban en la seria disposición en la que las letras iban colocándose. Su mudez no enmudecía al escribir. Poseía una excelente retórica, una gesticulación envidiable y una escritura tan bien argumentada que era capaz de ganar cualquier discusión pública. Por eso todos aplaudían con sus manos la elocuencia de las suyas y el genio que acogía su escritura. Pero sus manos eran también la única voz de sus lamentos. Cuando estaba solo, los dedos le vomitaban su cuajo, porque él quería poder desgañitarse y vociferar, y eso no le salía, no sabía gritar si no era con las letras mayúsculas.martes, 14 de octubre de 2008
Un agujero es una ausencia...
Una ventana es un agujero, un agujero es una ausencia, una ausencia es un vacío, un vacío es la nada. Y aún así no somos capaces de no nombrar lo que no es. ¿Por qué nombramos las ausencias?, ¿por qué damos nombre a lo que no tiene ser? Quizá porque el gran don del hombre es dar nombres, o tal vez porque lo innombrable es impensable, porque incluso la abstracción necesita una conceptualización.
Y es que hay ausencias que son capaces de llenarnos el vacío. Ausencias que parecen mostrársenos con su nada y su inexistencia. Ausencias incluso que son con todo el ser extrañadas, ausencias que si fuesen, seguramente nos faltaran, ausencias que a veces son puramente necesarias, ausencias en las que pensamos, ausencias que añoramos que no fuesen tales, pero que si fueran, no añoraríamos. Hay ausencias que sí son, que habitan y viven en nosotros, ausencias que arrastramos a veces torpemente, otras con dificultad y algunas con placer posiblemente. Existe toda una gama de ausencias, nadas que aun no siendo pueden subjetivamente ser y son.
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