jueves, 16 de octubre de 2008

Hablando por los codos

Nunca dejaba olvidadas las manos cuando acudía a alguna cita. Eran su voz y también el sonido de su llanto. Hablaba por los codos, aunque siempre sirviéndose de la locuacidad de sus manos. A veces, sin embargo, la garganta de sus falanges se secaba, le dolían tanto los dedos cuando se exacerbaba que no podía seguir moviéndolos con tal elocuencia y desparpajo. Entonces cuando harto de agitar las manos deseaba expresarse a toda costa, optaba por utilizar la segunda herramienta de su particular voz. Escribía. Escribía para sacarse de dentro las palabras que por la boca no le salían. Escribía con fuerza, con intensidad, exprimiendo con firmeza la tinta del bolígrafo. Su timbre masculino y su tono grave resonaban en la seria disposición en la que las letras iban colocándose. Su mudez no enmudecía al escribir. Poseía una excelente retórica, una gesticulación envidiable y una escritura tan bien argumentada que era capaz de ganar cualquier discusión pública. Por eso todos aplaudían con sus manos la elocuencia de las suyas y el genio que acogía su escritura. Pero sus manos eran también la única voz de sus lamentos. Cuando estaba solo, los dedos le vomitaban su cuajo, porque él quería poder desgañitarse y vociferar, y eso no le salía, no sabía gritar si no era con las letras mayúsculas.

2 comentarios:

El Nene Girasol dijo...

extraordinaria manera de escribir.
Pasaré a menudo.

Media y del mar dijo...

Gracias! Bienvenido ;)