martes, 14 de octubre de 2008

Un agujero es una ausencia...

Una ventana es un agujero, un agujero es una ausencia, una ausencia es un vacío, un vacío es la nada. Y aún así no somos capaces de no nombrar lo que no es. ¿Por qué nombramos las ausencias?, ¿por qué damos nombre a lo que no tiene ser? Quizá porque el gran don del hombre es dar nombres, o tal vez porque lo innombrable es impensable, porque incluso la abstracción necesita una conceptualización.



Y es que hay ausencias que son capaces de llenarnos el vacío. Ausencias que parecen mostrársenos con su nada y su inexistencia. Ausencias incluso que son con todo el ser extrañadas, ausencias que si fuesen, seguramente nos faltaran, ausencias que a veces son puramente necesarias, ausencias en las que pensamos, ausencias que añoramos que no fuesen tales, pero que si fueran, no añoraríamos. Hay ausencias que sí son, que habitan y viven en nosotros, ausencias que arrastramos a veces torpemente, otras con dificultad y algunas con placer posiblemente. Existe toda una gama de ausencias, nadas que aun no siendo pueden subjetivamente ser y son.

1 comentario:

Verónica dijo...

Chapó.
¡Por las ausencias! [Tanto las transitorias como las definitivas]