viernes, 29 de febrero de 2008

De Adanes y pecados


Para ver el mundo en un grano de arena
Y el cielo en una flor silvestre
Guarda el infinito en la palma de tu mano
Y la eternidad en una hora


(“Augurios de inocencia” de William Blake)



Hay ochos horizontalmente distraídos, ochos tumbados, ochos recostados en la palma de tu mano, ochos que representan ese infinito matemático que escapa al entendimiento racional, lógico y limitado del ser humano.
Existen incontables ríos de incertidumbres para el hombre, innumerables preguntas que carecen de cualquier atisbo de respuesta. Quizá el gran interrogante que se presenta como común denominador a todos los individuos que conformamos la humanidad sea el que cuestiona el origen del mundo.
Algunos hombres han intentado arrojar luces para vislumbrar entre la sombra una mínima sospecha acerca de dónde venimos. Pero sea de la explosión científica del Big Bang o sea de la mano de Dios, lo cierto es que el mito acompaña incansable nuestro afán por encontrar respuestas. Adán y Eva se presentan como los primeros moradores de la Tierra, y su historia de desacato al creador como la raíz de nuestros males, sufrimientos y desgracias.


“El infinito en la palma de la mano” es el último libro de la poetisa nicaragüense Gioconda Belli, una novela que ha conseguido recientemente el Premio Biblioteca Breve de la Editorial Seix Barral por “su singular enfoque, su capacidad evocadora y su recreación antropológica del mito de los orígenes”, según resaltó el jurado. Su título nace de aquel verso de William Blake y su historia, dice Belli, del “hallazgo fortuito de una serie de libros apócrifos, libros escritos en la antigüedad pero que, por una u otra razón, no fueron incorporados a la Biblia”.
Gioconda Belli arranca de la historia esencial del Génesis, mostrando empatía hacia esos primeros habitantes del mundo y tratando de imaginarlos “inocentes, curiosos, probando la fruta, queriendo saber para qué están en ese Jardín donde para nada se les necesita hasta que el mordisco de ella, que es quien decide dar comienzo al tiempo, los catapulta del estado etéreo aquel al principio de la realidad, donde hay amenazas, frío y hambre pero donde ellos conocen la libertad y se reconocen absolutamente solos y absolutamente responsables del futuro de la especie”.
¿Qué hacer entonces?, ¿qué hacer tras descubrir la vida y haber sido condenados a la muerte? Para Gioconda Belli está claro: “sólo reproduciéndose accederán a un remedo de inmortalidad”, por eso Adán y Eva se descubrirán el uno al otro como hombre y mujer, celebrando su existencia.
Esta novela se hace eco del lugar en el que la Biblia sitúa el Paraíso Terrenal, Irak, y con ello, Gioconda Belli llega a la conclusión de que la fruta prohibida no era una manzana, ya que nunca hubo manzanos en ese territorio, sino un higo, con la simbología erótica que la elección de tal fruta lleva consigo.
Y es que la poetisa nicaragüense siempre ha defendido en su obra una imagen de la mujer opuesta a esa Eva pecadora a los ojos de la Iglesia Católica. Ella apuesta por redimir a la mujer de las “Culpas obsoletas”, un poema que reza:


¿Cuándo nos convenceremos
de que fue sabio el gesto
de extenderle a Adán
la manzana?


Aunque es ahora cuando Gioconda Belli ha novelado el mito de la Creación, ella siempre ha tenido presente en su obra a la primera pareja que habitó el mundo. Eso sí ella reivindica un papel activo de la mujer, reivindica el poder experimentar un erotismo ajeno a los prejuicios morales, reivindica con el lenguaje bíblico la incitación a un pecado que en absoluto es abominable, sino compartido con amor y gozo por el hombre y la mujer.
Pero en algunos poemas de Gioconda Belli Adán se presenta como quien incita a Eva a morder una manzana de amor que se convierte en puro humo...


Eva advierte sobre las manzanas
“Allí te quedo en el pecho,
por muchos años me goces”
C.M.R.

Con poderes de Dios
-centauro omnipotente-
me sacaste de la costilla curva de mi mundo
lanzándome a buscar tu prometida tierra,
la primera estación del paraíso.
Todo dejé atrás.
No oí lamentos, ni recomendaciones
porque en todo el Universo de mi ceguera
solo vos brillabas
recortado sol en la obscuridad.
Y así,
Eva de nuevo,
comí la manzana;
quise construir casa y que la habitáramos,
tener hijos para multiplicar nuestro estrenado territorio.
Pero, después,
sólo estuvieron en vos
las cacerías, los leones,
el elogio a la soledad
y el hosco despertar.
Para mí solamente los regresos de prisa,
tu goce de mi cuerpo,
el descargue repentino de ternura
y luego,
una y otra vez, la huida
tijereteando mi sueño,
llenando de lágrimas la copa de miel
tenazmente ofrecida.
Me desgaste como piedra de río.
Tantas veces pasaste por encima de mis murmullos,
de mis gritos,
abandonándome en la selva de tus confusiones
sin lámpara, ni piedras para hacer fuego y calentarme,
o adivinar el rumbo de tu sombra.
Por eso un día,
vi por última vez
tu figura recostada en el rojo fondo de la habitación
donde conocí más furia que ternura
y te dije adiós
desde el caliente fondo de mis entrañas,
desde el río de lava de mi corazón.
No me llevé nada
porque nada de lo tuyo me pertenecía
-nunca me hiciste dueña de tus cosas-
y saliste de mí
como salen -de pronto-
desparramados, tristes,
los árboles convertidos en trozas,
muertos ya,
pulpa para el recuerdo,
material para entretejer versos.
Fuiste mi Dios
y como Adán, también
me preñaste de frutas y malinches,
de poemas y cogollos,
racimos de inexplicables desconciertos.
Para nunca jamás
esta Eva verá espejismos de paraíso
o morderá manzanas dulces y peligrosas,
orgullosas,
soberbias,
inadecuadas
para el amor.

(Poema de “Truenos y Arco Iris”, 1979-1982)

http://www.cervantestv.es/literatura_pensamiento/video_entrevista_gioconda_belli.htm


(Nota: La segunda imagen corresponde al cuadro de Tiziano titulado "Adán y Eva")




2 comentarios:

Verónica dijo...

¿Por qué comieron la manzana? El conocimiento vuelve a uno sereno pero triste. Yo he decidido empezar a desaprender, a "involucionar"! Lo que pasa es que este propósito es el primero que he ovlidado y ayer compré un montón de libros bonitos para un marzo que apunta (ya sea alto o hacia los suburbios) al Paraíso.

No me gusta demasiado Belli. De hecho, tú eres de las pocas mujeres que me gusta cómo escriben. Una vez más... me quito el sombrero.

Verónica dijo...

Y, además, ya es marzo :)