lunes, 10 de marzo de 2008

Poesía vital, vida poética


Resulta casi imposible recoger en una serie de vitrinas la obra de un escritor que ha dedicado cuarenta años de su vida a la literatura. Sin embargo, La Casa de las Conchas de Salamanca se ha lanzado a esa aventura, y el pasado 4 de marzo inauguró una exposición que traza los itinerarios seguidos por Antonio Colinas, tanto en su escritura como en su vida, experiencias que el escritor considera inseparables.
La exposición, titulada “Antonio Colinas: cuarenta años de literatura”, permanecerá abierta hasta el próximo 13 de abril y está dividida en cinco ámbitos: “Los orígenes”, “Los años literarios: Madrid”, “Italia y mundo mediterráneo”, “Los días en la isla: Ibiza” y “El regreso a las raíces”. Es así como se observa la interrelación entre la obra y la biografía, entre la literatura y la vida.
El comisario de la exposición, Luis P. Carnicero, explica en el texto del catálogo de la muestra que existe un lugar común en todo el material impreso que se expone y es “el espíritu de la letra, una letra que contiene el fulgor verbal y psíquico de un poeta y de un creador que ha sabido articular su obra toda desde el eje central de la cultura europea (sin olvidar el diálogo con otras culturas), que, en el terreno literario y poético, recorre un itinerario que parte de los clásicos (Virgilio, Dante, Petrarca...), pasa por los místicos (San Juan de la Cruz, Fray Luis de León...) y por los románticos (Hölderlin, Keats, Leopardi...), para desembocar en las grandes voces contemporáneas que arrancan del simbolismo (Baudelaire, Rimbaud, Rilke, Eliot, Perse, Ungaretti, Quasimodo...)”.
Antonio Colinas, que nació en La Bañeza (León) en 1946, ha volado con su pluma por diversos géneros: ensayo, narrativa, poesía, artículo periodístico... acogiéndose así a un sentido de universalidad en su escritura, una universalidad que viene dada también por su trayectoria viajera. Ha residido en Italia, en Ibiza y desde 1998 en Salamanca, una ciudad que ofrece ahora la posibilidad de acercarse a su obra a través de una exposición que te invita como visitante:
“a que sigas el hilo sutil que arrancando del propio poeta como lector hilvana magisterios y querencias…
a que sientas el vuelo palpitante, iniciático, de los libros, que despegan de las vitrinas o aterrizan en los cubos, con sus gestos y texturas, con su relación estética, extendiéndose desde el sonoro silencio del subsuelo de la ciudad…
a que atrapes la llamada de la memoria del noroeste, increpante, cuajada de símbolos, coronada por la idea de la montaña, que se irisa con el mundo clásico hasta contrastarse con el encuentro con el mar…
a que descubras el misterioso y cambiante itinerario de la palabra a través de la selección de versos que expresan secuencialmente, sintéticamente, etapas diferenciadas de lirismo, hacia el centro, hacia la plenitud y la armonía…
a que escuches los ecos de otras manifestaciones artísticas que se estructuran en el lecho de los poemas y en los cauces que éstos inician…
a que te entregues a la llamada de una luz escondida que va variando de cromaticidad: azulada, verdosa, blanca… hasta llegar a ésta del cielo de Salamanca, órfica, dorada …”

La poesía de la que irradia toda la obra literaria de Antonio Colinas es para él “una vía de conocimiento, un medio para sentir, interpretar y valorar la realidad y la propia experiencia humana”. La poesía, unida estrechamente a la experiencia del yo y de sus viajes exteriores e interiores, es además la protagonista del último libro de Antonio Colinas, titulado “El sentido primero de la palabra poética”. Esta versión ampliada de una edición anterior del Fondo de Cultura Económica rescata poetas y épocas que han influido en su obra, desde Hesíodo hasta la defensora de la razón poética, la filósofa María Zambrano.
Y como la poesía mira, según Antonio Colinas, a un lugar de soledad capaz de salvar al ser humano, salvémonos:

Créeme, no es piedad lo que siento por ti,
ahora que estoy lejos, sino un recuerdo herido.
Por ti y por el camino cegado por el bosque
que no pude seguir aquella noche joven,
perfumada y abierta como el cuerpo de un pino.
No es piedad, sino una sensación de fracaso,
de suave y entrañable dolor que nunca cesa.
Fuiste buena conmigo en mis días de entonces:
me diste cuanto soy, este veneno dulce
que me impulsa a luchar contra el mar, contra el tiempo
y contra el mismo amor de los que bien me quieren.
No es piedad, aún te busco en la noche perfecta,
deseoso, sediento de tus colores ácidos,
de tus estrellas frías, de tus ramas y ríos
helados tras los cielos del más hermoso invierno.
Te lo digo dolido y con los ojos húmedos,
aunque la mente esté segura, serenada:
no te pude tener más cerca, pues mis labios
llegaron a rozar tus nieves, tu horizonte.
No es piedad, créeme; sólo sé que una tarde
avanzada, profunda, descendí de aquel monte
puro y purificado como un fuego de junio.
Creí volver a ti definitivamente
y me encontré el camino cegado por el bosque.

Antonio Colinas


(Poema “Cegado por el bosque” de “Astrolabio”, 1979)

3 comentarios:

Media y del mar dijo...

Por las fuentes avispadas...

Gracias

Verónica dijo...

Un millón de veces tú... una yo.

Cada una de tus entradas es un golpe de efecto en lo sentimental y en lo intelectual, siempre certero.

Tengo el catálogo de la exposición, aún no me pasé, te dejaré otro comentario después de hacerlo.

No me gusta el sentido del poema que has seleccionado; a propósito de él podrías leer Claros del Bosque de la Zambrano. ¡Benditos bosques! (Créeme). La vida está dentro.
Junio es una mierda... a los comienzos siempre, ¡por esos septiembres!

"Cuando la luna roja decreció,
cuando el aire se impregnó
del aroma pesado de los frutos,
cuando fueron más tristes las
noches y los hombres,
cuando llegó el otoño, nacimos al amor"
A. Colinas

[Y es que la primavera duele, porque eso es la vida: el precio del aroma pesado de los frutos es el dolor de la planta que rompe la tierra buscando el infinito]

Sonrisas y besos ;)

Gracias

Verónica dijo...

[Lo que la filosofía condena... lo salvará la poesía]