sábado, 29 de mayo de 2010

El Cielo de Salamanca

Lo que la vista ordena es un refugio
en que el alma custodia la memoria
del primer resplandor;
y es esta calle,
su peaje vertical de piedra en piedra,
caligráficamente colocado
para abrazar el cielo diminuto
de un tul azul milagro entre cornisas,
mi primer territorio de belleza,
la primera lección de dónde vivo,
esta ciudad de muros y campanas
que me quiso asfixiar con su hermosura.
En ella esta precisa quebradura
medida y diapasón, guarismo y cifra
de todos los restantes resplandores:
precisamente aquí, ascua perenne,
lugar de los lugares, parado aquí,
abro el cofre del alma a su intemperie:


en mi hombro izquierdo Casa de las Conchas
pétreo brazo de mar sin gota de agua
que dispone la luz y la señala
en sus dedos de sombra repetidos;

y en el otro perfil La Clerecía
cíclope dibujándose en deshora
como si Dios hubiese aquí dispuesto
un primer escalón al Paraíso.


Y abrazado a las dos, o a pesar de ellas,
en el tránsito dulce del ocaso,
a los ojos alzados de mi antigua mirada
la rendija del aire infectada de sombras
le mostró un firmamento irrepetible,
el más hermoso azul del Universo
que hipnótico al epílogo del día
en su insaciable luz justificaba
la hornacina, las conchas, la deshora,
los pasos; las ventanas, el Paraíso,
la niñez, la mirada…
la existencia
de esta ciudad de líquidas texturas
convertidas sus piedras sólo en marco
del prodigioso azul que las corona.
Lo que el alma custodia es sólo el cielo.

Ángel González Quesada

jueves, 20 de mayo de 2010

Sed

Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.

Trémula mano roja que hasta su vida se alza.

Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.

Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas……

Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.

Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.

Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.

Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.

Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.

Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.

Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.

La boca tiene sed, para qué están tus besos.

El alma está incendiada de estas brasas que te aman.

El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.

De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.

Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.

Pablo Neruda


"Tengo sed", me oíste decir

con el aliento apenas.

Y me arrullaste

como a un recién nacido,

contra tus pechos,

ávidos de labios míos.

Me diste de beber.

Y luego de saciarme,

te repetí: "tengo sed",

sin aliento apenas.

Me arrullaste esta vez

entre tus muslos

y de nuevo, me diste de beber.

En la fuente de la vida

y de la muerte, te sellé,

con un beso,

mi último suspiro.

Luis Eduardo Aute


lunes, 17 de mayo de 2010

¿Cuento o novela?


A veces, o muchas veces, los escritores se guardan ases en la manga, se guardan palabras para sus adentros y cuando nos creemos que están muertos, resucitan en forma de relatos inéditos. Es lo que ha ocurrido con Jorge Luis Borges, que ahora nos sorprende con "Los Rivero", un texto que dejó inacabado. Pero ¿por qué lo abandonó el argentino? Según he leído, el cuento iba en una de sus líneas temáticas, la historia. Sin embargo, Borges se encontró con un problema de límites, un problema real al que a menudo se enfrentan los lectores de su obra ficticia. Lo abandonó porque se excedía, porque pretendía ser relato y se acercaba peligrosamente a la novela, un género con el que Borges no quiso cuentas. Él era más de ir al grano, de sorprender en pocas líneas, de contar lo esencial y dejar al lector reflexionando. Por eso su "Crónica" la dejó a medias, la dejó a la deriva, en tierra de nadie, perdida entre las fronteras de lo que su creador quería que fuese, y lo que ella misma como historia en potencia quería ser. Ahora en acto es un ejemplo escrito de la difícil respuesta a esta pregunta: ¿dónde acaba un cuento y dónde empieza una novela?

sábado, 8 de mayo de 2010