sábado, 26 de abril de 2008

Cuando los poetisos hacen llagas


El lenguaje es depositario de la historia; guardan las palabras en sus cuerpos de letra algunos estigmas que el tiempo no cura. El vocabulario se impregna de las realidades que designa, pero a veces esas existencias del afuera son oscuras, y entonces los tímidos sustantivos o los alegres adjetivos se ponen de luto y no saben ya cómo desprenderse de un negro que no buscaron, pero con el que lamentablemente se encontraron.
Existen palabras cuya pronunciación parece un sacrilegio, una falta de respeto hacia aquél al que se dirigen. Existen palabras tabú, o palabras cuasi prohibidas, palabras a las que los labios temen acercarse, palabras que escritas parecen bellas y también perfecto parece su sonido, pero silencio, que nadie las diga.
¿Será, como la historia, machista el lenguaje? Se le criticado por ello, y no pocas veces, se le ha dicho que diga “niños y niñas”, “amigos y amigas”, “señores y señoras”... La economía del lenguaje sacrificada a favor del feminismo. Pero ¿decir “poetas y poetisas” haría honor a ese feminismo que busca otorgar los derechos de los que han carecido tantos años las mujeres? Muchas no estarían de acuerdo, prefieren ser llamadas poetas, que su profesión se designe con el mismo nombre que se les da a ellos; no quieren tener nombre propio, no quieren ser poetisas, sino poetas, que sin duda son mejores. Pregúntele si no a Don Miguel de Unamuno, que bien sabía él que los poetisos no valían ni dos duros: “Por favor, no me compares; ¿poetas esos Narcisos que hacen juegos malabares? Poetas, no, ¡poetisos!”
Manuel Casado en su libro “El castellano actual: usos y normas” explica que existe una resistencia a utilizar el femenino de algunas palabras por la significación peyorativa que se le atribuye. Quizá las poetisas sean esas cursis que escriben poemas del romanticismo rosa y versos cargados de la sensiblería propia del sexo débil. Y así cualquier “poeta” detestaría ser llamada con una palabra que rebaja la categoría de lo que escribe. Ni hablar, si es así, que se mueran las poetisas.
El diccionario de la Real Academia Española define poetisa como “mujer que compone obras poéticas y está dotada de las facultades necesarias para componerlas”. Parece claro, pues, que calidad tiene. ¿Y poeta quién es? “La persona que compone obras poéticas y está dotada de las facultades necesarias para componerlas”. Poetisa es mujer, poeta es persona. Poetas son todos: hombres y mujeres, poetas y poetisas; poetisas, en cambio, son sólo ellas. El lenguaje es claro al respecto, poetisa es el femenino de poeta, pero nada más, no lleva en sí connotaciones sobre la calidad de los poemas. Tal vez sea necesario seguir el consejo de Dámaso Alonso y rehabilitar a esa pobre palabra muerta, resucitarla y secar definitivamente todas sus lágrimas.


(nota: la imagen es un fresco de Pompeya que representa a una poetisa; algunos consideran que es la griega Safo)

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