SÓC. — Pues en verdad que no es propio de un varón amigo de las musas, el no haber oído hablar de ello. Se cuenta que, en otros tiempos, las cigarras eran hombres de ésos que existieron antes de las Musas, pero que, al nacer éstas y aparecer el canto, algunos de ellos quedaron embelesados de gozo hasta tal punto que se pusieron a cantar sin acordarse de comer ni beber, y en ese olvido se murieron. De ellos se originó, después, la raza de las cigarras, que recibieron de las Musas ese don de no necesitar alimento alguno desde que nacen y, sin comer ni beber, no dejan de cantar hasta que mueren, y, después de esto, el de ir a las Musas a anunciarles quién de los de aquí abajo honra a cada una de ellas. En efecto, a Terpsícore le cuentan quiénes de ellos la honran en las danzas, y hacen así que los mire con más buenos ojos; a Érato le dicen quiénes la honran en el amor, y de semejante manera a todas las otras, según la especie de honor propio de cada una. Pero es a la mayor, Calíope, y a la que va detrás de ella, Urania, a quienes anuncian los que pasan la vida en la filosofía y honran su música. Precisamente éstas, por ser de entre las Musas las que tienen que ver con el cielo y con los discursos divinos y humanos, son también las que dejan oír la voz más bella. De mucho hay, pues, que hablar, en lugar de sestear, al mediodía.
lunes, 30 de junio de 2008
Como cicádidos
SÓC. — Pues en verdad que no es propio de un varón amigo de las musas, el no haber oído hablar de ello. Se cuenta que, en otros tiempos, las cigarras eran hombres de ésos que existieron antes de las Musas, pero que, al nacer éstas y aparecer el canto, algunos de ellos quedaron embelesados de gozo hasta tal punto que se pusieron a cantar sin acordarse de comer ni beber, y en ese olvido se murieron. De ellos se originó, después, la raza de las cigarras, que recibieron de las Musas ese don de no necesitar alimento alguno desde que nacen y, sin comer ni beber, no dejan de cantar hasta que mueren, y, después de esto, el de ir a las Musas a anunciarles quién de los de aquí abajo honra a cada una de ellas. En efecto, a Terpsícore le cuentan quiénes de ellos la honran en las danzas, y hacen así que los mire con más buenos ojos; a Érato le dicen quiénes la honran en el amor, y de semejante manera a todas las otras, según la especie de honor propio de cada una. Pero es a la mayor, Calíope, y a la que va detrás de ella, Urania, a quienes anuncian los que pasan la vida en la filosofía y honran su música. Precisamente éstas, por ser de entre las Musas las que tienen que ver con el cielo y con los discursos divinos y humanos, son también las que dejan oír la voz más bella. De mucho hay, pues, que hablar, en lugar de sestear, al mediodía.
Cuestiones "numenísticas"

Calíope, Clío, Érato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania. Nueva musas, nueve melindrosas féminas inmortales nacidas del dios de dioses, del Zeus del Olimpo, y de Mnemosina, la memoria, hija del Cielo y de la Tierra, según manifiesta el poeta Hesíodo en su Teogonía. Nueve noches consecutivas fueron un mismo ente Zeus y Mnemosina, nueve noches y de cada noche, una musa, una inspiradora divina.
Mensajeras de la inspiración en sus más diversos campos, poesía épica, lírica coral, danza, comedia o tragedia. Son las portadoras del numen que regalan a los hombres, voces dulces, cantos de sirena, susurros que se cuelan en el laberíntico oído del poeta. Agitan las ideas de su cabeza y van componiendo melodías que quizá se conviertan en poemas.
¿Musas?, ¿es el numen canto exclusivo de estas diosas?, ¿sólo ellas, caprichosas embelesadoras, poseen la gracia de la inspiración? ¿Y ellos?, ¿qué les queda a los varones? En general, los de sexo masculino han sido siempre más mortales, más poetas de la tierra, y ellas en cambio han sido o las musas o las “objeto de canto”. Pero hoy reivindico el don inspirador de esos “musos” que el lenguaje ni nombra, ni acepta; reivindico el numen para diosas y dioses, para esos seres inmortales, pero también para los hombres y mujeres, dioses y diosas de la tierra que inspiran aunque expiren.
miércoles, 25 de junio de 2008
Cuando las manos hablan
martes, 24 de junio de 2008
De eclipses y constelaciones

“¡Ah, desdichados! ¡Qué desgracia vais a sufrir! ¡Vuestras cabezas, vuestros rostros, vuestras rodillas, están envueltas en la noche; prorrumpís en sollozos; vuestras mejillas están cubiertas de lágrimas; estas columnas y estos muros aparecen rociados de sangre; el pórtico y el patio están llenos de sombras que se precipitan hacia las tenebrosidades del Erebo! ¡Helios muere en el Urano y la niebla fatal avanza!”
Los científicos conjeturaron acerca de la fecha exacta en la que Ulises regresó a su Ítaca, pero el trabajo realizado no prueba la verdad histórica de este fechado regreso. Lo que sí demuestran es que Homero, aunque poeta, tenía conocimiento de hechos astronómicos que ocurrieron mucho antes de su tiempo. Porque no es verdad eso que decía el filósofo Platón de que son los poetas unos meros imitadores que de nada saben, salvo de engañar con sus dulces cantos de sirena.
Yo no voy a taparme los oídos, no voy a atarme al mástil de proa, que me encandilen las sirenas con sus versos, pues yo a ellas dedico este canto:
Bebed de esta boca que vocifera versos borrachos de vida. Bebed de estos vientos que vuelan y vibran, que vocean y vomitan vértigos, voces y armonía. Venid y vivid, soñad, abrid vuestra ventana para que el vertiginoso céfiro llene de rimas vuestros ojos, para que pueda entonar en vuestras bocas los besos vahídos que de los labios que os cantan han nacido. Dejad que bailen vuestros dedos estas baladas, boleros y valses viejos, venid y bebed este vino vitalicio, buscad esta voz en cada sueño, en cada delirio.
sábado, 21 de junio de 2008
viernes, 20 de junio de 2008
Para llegar al cielo...
Estaba aquí, apoyado junto al muro, un día lo descubrí entre la maleza. Era azul, lo recuerdo como si aún estuviese recitándose a los transeúntes. Se escondía entre los árboles, pero no pasaba inadvertido. Sé que muchos lo leyeron y sintieron su metáfora. Pero llegué tarde para inmortalizarlo, para conservar la prueba de lo que digo. La pulcra pintura acalló el verso, pero no murió, salió corriendo por las calles y se situó en otro muro.
Me avisaron de esta nueva ubicación del verso ahuyentado. Y esta vez conseguí abrazarlo, conseguí fotografiar sus palabras antes de que lo echasen. Porque sabed que lo echaron, pero no se fue lejos. Se quedó allí, al lado, cerca, en el mismo muro.
Se tiñó de rojo, cambió su apariencia, transmutó su cuerpo de letra y se volvió más pasional, menos tímido, más persistente en su deseo de hacer florecer a la persona amada.
Si el verso quiere hacer volar, ha de dar alas, pero sólo volarán aquellos que estén vivos...
Poema 14
Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
¿Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
¡Ah, déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías!
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.
Tú estás aquí. ¡Ah! tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruelo.
Cuánto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos gigantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
Pablo Neruda