martes, 8 de julio de 2008

Amor de carta

“¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas pueden comunicarse mediante cartas? Uno puede pensar en una persona distante y puede tocar a una persona cercana; todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que las esperan con avidez. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican en forma desmesurada. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo. Y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas y lograr una comunicación natural, para recuperar la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano. Pero ya es tarde: son evidentemente inventos hechos en el momento del desastre. El bando opuesto es tanto más calmo y poderoso; después del correo inventó el telégrafo, el teléfono, la radio. Los fantasmas no se morirán de hambre, y nosotros, en cambio, pereceremos.”
Franz Kafka a Milena Jesenská

Los amantes de Magritte (1928)

Quizá los besos por escrito sí puedan llegar a su destino. Será difícil escribir un beso, describir su sabor, conseguir que los labios del emisor lleguen a tocar los labios de la receptora o viceversa. Pero hay quienes lograron amarse por correspondencia. Pedro Salinas, poeta español de la generación del 27, escribía cartas para amar a distancia. Amar era escribir, y esa forma de amar era lo que le daba la vida. Sólo la correspondencia con su amante Katherine Whitmore le salvaba del mundo tangente, sólo Katherine parecía renovarle y darle la fuerza para creer que podía ser el Pedro que él mismo quería ser, no el Pedro público, el Don Pedro atado a un mundo que sólo era “alrededores”. Así escribía el poeta el 30 de marzo de 1933 desde Santander a su amante:

“Cuando tú escribes Pedro, en ese Pedro escrito por tu mano, visto por ti, creado por ti, yo vivo en mi máxima vida, me purifico, me mejoro, me elevo. Vivo más, y más alto. Me quito años, preocupación, angustias. Pierdo peso, asciendo por gracia de tu mano al escribir: Pedro. En cambio, cuando dentro de una hora alguien me diga: Salinas, o Don Pedro, en ese apelativo volveré a sentirme dolorosamente yo, el de siempre, el que no es más de lo que es. (…) Necesito creer que la imagen cierta es la que tú creas, y que yo soy tu Pedro Salinas.”

Crearon un mundo paralelo, un mundo que era sólo suyo, de los dos, de nadie más. Y como los amantes, separados por un “mar que separaba lo que unía”, carecían de la posibilidad de un contacto frecuente, éste fue sustituido por la relación epistolar, que ayudó a superar o a crear un «lecho de distancias».
Pedro Salinas con su amor y su nostalgia inventó verdaderamente el infinito, consiguió amar por carta a su Katherine; sólo así fue capaz de hacerlo, pues la realidad que vivía frenaba ese amor incondicional del alma, ese amor metafísico. Era un amor que, según Katherine, no tenía lugar propio.
Pero sí lo tuvo, aunque no en la realidad palpable, en la vida tangente, sino en ese mundo que Salinas había inventado “para los dos”, para dar fuerza vital a ese amor que culminaría en la poesía, en esa trilogía que constituyen “La voz a ti debida”, “Razón de amor” y “Largo lamento”.

“En ese terreno es donde nuestras dos almas pueden darse cita siempre sin miedo a nada. Nuestra poesía es como nuestro hogar inconquistable por nadie, nuestro paraíso privado, el espacio que hemos logrado crear para nosotros, para siempre”.

Pedro Salinas



Lo que eres
me distrae de lo que dices.
Lanzas palabras veloces,
empavesadas de risas,
invitándome
a ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando
los labios donde nacieron.
Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí,
no sé en qué, y se te dispara
a buscarlo ya tu alma
afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
yo te estoy viendo mirar.
Y cuando deseas algo
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás
por una querencia nueva.
No. Te espero más allá
de los fines y los términos.
En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.

La voz a ti debida

2 comentarios:

Media y del mar dijo...

La eterna discusión sobre si el amor existe...
Si alguien pudo escribir "La voz a ti debida", ése gran poemario de amor, es que éste existe, sea de la forma que sea...

Verónica dijo...

Existe, y duele tanto... por eso él esribió maravillas. Para que nosotros, estúpidos mortales agarrados a los árboles podamos deleitarnos con sus versos, que nos dan alas. Nos llevan allí donde el amor inventa su infinito.
Desde el amor vivido no sé con qué me quedaría, si con la incertidumbre de cómo será o con la cicatriz de su herida.
Me quedo con Pedro (el de carne y sangre y hueso)

Te espero más allá
de los fines y los términos.
En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.

En eso me quedo, porque es lo que me queda.