lunes, 28 de julio de 2008

Pureza en el mar que acaricia a los muertos



“No existe el verdadero sentido de texto. Ni autoridad del autor. No es en mí donde se efectúa la verdadera unidad de mi obra. Yo he escrito una partitura, pero no puedo escucharla sino ejecutada por el alma y el espíritu de los demás”.

Paul Valery


Pensar acerca de la inspiración del poeta y teorizar sobre ella es algo que la historia dejó para rezagados tiempos. Después de muchos siglos de poetizar, el poeta fue adquiriendo conciencia de su poesía, y pensando que él mismo habría de ser más que un simple médium del que las musas osaban servirse. Platón se equivocaba, embriaguez y arrobamiento sin esfuerzo no daban fruto alguno. Los poetas románticos, como Victor Hugo o Novalis, pensaron desde su inspiración, Baudelaire dio un paso más allá al considerar que “la inspiración es trabajar todos los días” y es en la obra de Paul Valery donde pensamiento y poesía se abrazan y hasta se identifican. Sacar ese sueño poético de uno mismo no es fácil, requiere esfuerzo. Por eso, según la concepción que Valery tiene de la poesía, el poeta ha de ser crítico, responsable y consciente de su creación. Ha de buscar y encontrar la llamada “poesía pura”, definida por Jorge Guillén como “aquello que queda en el poema después de suprimir todo lo que no es poesía”. La poesía pura, tan defendida por el autor de “El cementerio marino”, establece una identificación entre el acto de hacer poesía y la realización del hombre. Valery entiende que a través de la poesía es posible lograr el conocimiento, esencia del pensar, luego también del existir.


EL CEMENTERIO MARINO

¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,
pero agota toda la extensión de lo posible.
Pindaro, Píticas III.

Calmo techo surcado de palomas,
palpita entre los pinos y las tumbas;
mediodía puntual arma sus fuegos
¡El mar, el mar siempre recomenzado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los dioses!

¡Qué obra pura consume de relámpagos
vario diamante de invisible espuma,
y cuánta paz parece concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol reposa,
trabajos puros de una eterna causa,
el Tiempo riela y es Sueño la ciencia.

Tesoro estable, templo de Minerva,
quietud masiva y visible reserva;
agua parpadeante, Ojo que en ti guardas
tanto sueño bajo un velo de llamas,
¡silencio mío!... ¡Edificio en el alma,
mas lleno de mil tejas de oro. Techo!

Templo del Tiempo, que un suspiro cifra,
subo a ese punto puro y me acostumbro
de mi mirar marino todo envuelto;
tal a los dioses mi suprema ofrenda,
el destellar sereno va sembrando
soberano desdén sobre la altura.

Como en deleite el fruto se deslíe,
como en delicia truécase su ausencia
en una boca en que su forma muere,
mi futura humareda aquí yo sorbo,
y al alma consumida el cielo canta
la mudanza en rumor de las orillas.

¡Bello cielo real, mírame que cambio!
Después de tanto orgullo, y de tanto
extraño ocio, mas pleno de poderes,
a ese brillante espacio me abandono,
sobre casas de muertos va mi sombra
que a su frágil moverse me acostumbra.
A teas del solsticio expuesta el alma,
sosteniéndote estoy, ¡oh admirable
justicia de la luz de crudas armas!
Pura te tomo a tu lugar primero:
¡mírate!... Devolver la luz supone
taciturna mitad sumida en sombra.

Para mí solo, a mí solo, en mí mismo,
un corazón, en fuentes del poema,
entre el vacío y el suceso puro,
de mi íntima grandeza el eco aguardo,
cisterna amarga, oscura y resonante,
¡hueco en el alma, son siempre futuro!

Sabes, falso cautivo de follajes,
golfo devorador de enjutas rejas,
en mis cerrados ojos, deslumbrantes
secretos, ¿qué cuerpo hálame a su término
y qué frente lo gana a esta tierra ósea?
Una chispa allí pienso en mis ausentes.

Sacro, pleno de un fuego sin materia;
ofrecido a la luz terrestre trozo,
me place este lugar alto de teas,
hecho de oro, piedra, árboles oscuros,
mármol temblando sobre tantas sombras;
¡allí la mar leal duerme en mis tumbas!

¡Al idólatra aparta, perra espléndida!
Cuando con sonrisa de pastor, solo,
apaciento carneros misteriosos,
rebaño blanco de mis quietas tumbas,
¡las discretas palomas de allí aléjalas,
los vanos sueños y ángeles curiosos!

Llegado aquí pereza es el futuro,
rasca la sequedad nítido insecto;
todo ardido, deshecho, recibido
en quién sabe qué esencia rigurosa...
La vida es vasta estando ebrio de ausencia,
y dulce el amargor, claro el espíritu.

Los muertos se hallan bien en esta tierra
cuyo misterio seca y los abriga.
Encima el Mediodía reposando
se piensa y a sí mismo se concilia...
Testa cabal, diadema irreprochable,
yo soy en tu interior secreto cambio.

¡A tus temores, sólo yo domino!
Mis arrepentimientos y mis dudas,
son el efecto de tu gran diamante...
Pero en su noche grávida de mármoles,
en la raíz del árbol, vago pueblo
ha asumido tu causa lentamente.

En una densa ausencia se han disuelto,
roja arcilla absorbió la blanca especie,
¡la gracia de vivir pasó a las flores!
¿Dónde del muerto frases familiares,
el arte personal, el alma propia?
En la fuente del llanto larvas hilan.

Agudo gritos de exaltadas jóvenes,
ojos, dientes, humedecidos párpados,
el hechicero seno que se arriesga,
la sangre viva en labios que se rinden,
los dedos que defienden dones últimos,
¡va todo bajo tierra y entra al juego!

Y tú, gran alma, ¿un sueño acaso esperas
libre ya de colores del engaño
que al ojo camal fingen onda y oro?
¿Cuando seas vapor tendrás el canto?
¡Ve! ¡Todo huye! Mi presencia es porosa,
¡la sagrada impaciencia también muere!

¡Magra inmortalidad negra y dorada,
consoladora de horroroso lauro
que maternal seno haces de la muerte,
el bello engaño y la piadosa argucia!
¡Quién no conoce, quién no los rechaza,
al hueco cráneo y a la risa eterna!

deshabitadas testas, hondos padres,
que bajo el peso de tantas paladas,
sois la tierra y mezcláis nuestras pisadas,
el roedor gusano irrebatible
para vosotros no es que bajo tablas
dormís, ¡de vida vive y no me deja!

¿Amor quizás u odio de mí mismo?
¡Tan cerca tengo su secreto diente
que cualquier nombre puede convenirle!
¡Qué importa! ¡Mira, quiere, piensa, toca!
¡Agrádale mi carne, aun en mi lecho,
de este viviente vivo de ser suyo!

¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea!
¡Me has traspasado con tu flecha alada
que vibra, vuela y no obstante no vuela!
¡Su son me engendra y mátame la flecha!
¡Ah! el sol... ¡Y qué sombra de tortuga
para el alma, veloz y quieto Aquiles!

¡No! ¡No!... ¡De pie! ¡En la era sucesiva!
¡Cuerpo mío, esta forma absorta quiebra!
¡Pecho mío, el naciente viento bebe!
Una frescura que la mar exhala,
ríndeme el alma... ¡Oh vigor salado!
¡Ganemos la onda en rebotar viviente!

¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios,
piel de pantera, clámide horadada
por los mil y mil ídolos solares,
hidra absoluta, ebria de carne azul,
que te muerdes la cola destellante
en un tumulto símil al silencio.

¡Se alza el viento!... ¡Tratemos de vivir!
¡,Cierra y abre mi libro el aire inmenso,
brota audaz la ola en polvo de las rocas!
¡Volad páginas todas deslumbradas!
¡Olas, romped con vuestra agua gozosa
calmo techo que foques merodean!

Paul Valery (Traducción de Javier Sologuren)

2 comentarios:

Verónica dijo...

Anoche bebiamos en un bar pequeNito de un argentino que se llama Carlos. Hablabamos de libros. Estaba entre gente especial por como viven la vida, por como la desgarran, por como se desgarran por ella. Hablabamos de libros. Salio un nombre. Inevitablemente viniste tu a mi mente. Hoy me han regalado este libro, en su lengua comienza asi:

"Sabbia a perdita d'occhio, tra le ultime colline e il mare - il mare- nell'aria fredda di un pomeriggio quasi passato, e benedetto dal vento che sempre soffia da nord."

Alessandro Baricco, Oceano mare.

Te echo de menos! ;)

Media y del mar dijo...

Il mare... Pero qué bonito! Me encanta ese hombre, se ha convertido en otro de mis dioses terrenales ;)

El viento siempre sopla del norte... Es él quien marca nuestro rumbo, aunque a veces nos guiamos por brújulas despistadas y giramos como veletas rotas, desnortadas.

Gracias por pensar en mí, yo también me acuerdo de ti, molto molto!!!

Me alegro de que estés disfrutando y empapándote de literatura y vida italiana.

Besos